Escuché una entrevista con el estadounidense Bruce Lipton, representante de la llamada Nueva Biología, en donde nos habla de la clase de sistema económico que se da a nivel de las células. El cuerpo humano, va diciendo, está compuesta por unos cincuenta trillones de células, vasta confraternidad subdividida en comunidades especializadas de trabajo (las células del corazón o del estómago, por ejemplo) produciendo energía química (ATP) que es su unidad de cambio. De acuerdo a Lipton, en el cuerpo todas las células tienen cobertura de salud, protección y salario. Pero no es sino hasta que todas las células en el cuerpo tienen sus necesidades básicas cubiertas que se da un efecto de acumulación. No es como que el hígado guarda más dinero, dejando a las células de la pierna sin recursos. Y es más: cualquier célula puede acumular individualmente dinero_ATP, pero hay un techo. Más allá de ese techo todo va a un banco comunitario, que no está destinado a una célula en particular, sino al sistema todo, para arreglarlo, si se diera la necesidad. De lo más interesante que nos deja entrever Lipton es que si aplicásemos el paradigma humano actual de economía y capitalización competitiva al mundo de las células, el sistema celular completo colapsaría. Tenemos mucho que aprender de nuestras células, sobre todo en este momento tan crítico. Lipton se une al coro de aquellos que sugieren la fuerte posibilidad de una sexta extinción en masa, esta vez debida al ser humano. Yo también intuyo –entre el aceite sangrante, las fracasadas abstracciones bursátiles, los multiplicados cuerpos que todo lo acaban– un hociquillo apocalíptico, asomando.
(Buscando a Syd publicada el 1 de agosto de 2013 en El Periódico.)
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