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El diablo es el diablo es el diablo

Una biografía excepcionalmente interesante, la del diablo. Se podría decir que ha llevado, a lo largo de siglos y milenios, una vida social sobre todo ocupada. A los hombres eso parece fascinarles, y siempre habrá alguno que está dispuesto a hablar de corrido acerca del Príncipe del Mal. 



Al Fariseo le encanta hablar. Y le encanta hablar del diablo. Es una obsesión bastante personal. Y no es que sea satánico, eso no. De hecho, me parece que ni siquiera cree en el mal como una entidad (aunque asegura haber intercambiado palabras con no pocos satanistas, en plan Rosemary´s Baby). Simplemente es un tópico que ha explorado en sus ratos libres. Así que pensando en un tema favorable para publicar –en el día del diablo– llamo al Fariseo, buscando zamparle una entrevista. 

“La idea básica”, le voy diciendo por teléfono, “es que me expliqués qué diablo es el diablo.” 

Me dice: “Con mucho gusto te doy una entrevista; sólo no vayás a poner mi nombre, que ya sabés que a mí no me gusta eso del ruido”. Así que a lo largo del artículo me referiré a él simplemente como el “Fariseo”, que es como le dicen sus amigos íntimos –y tengo el privilegio de ser uno de ellos. ¿Por qué le llaman el Fariseo? Porque, bueno, nunca es lo que parece ser. 

Llego a su casa ya caída la noche. Nos sentamos en su ancha sala, cuya chimenea arde aterciopeladamente.

“Al diablo la historia se ha empeñado en vestirlo, en darle una personalidad”, comienza a decir el Fariseo. “En ningún caso se aplica mejor la máxima de Oscar Wilde, eso de que la naturaleza imita al arte”. El Fariseo bebe un lento tequila reposado. 


Ese buen diablo nuestro

“Los judíos originales no creían propiamente en el diablo con personalidad y todo. De hecho, ningún cabalista sensato te hablará del diablo en semejantes términos. A veces caemos en el error de pensar que el diablo ya nació hecho, pero eso es mentira. Al diablo lo fueron amasando los siglos. Es una obra en progreso. Lo que pasa es que con frecuencia lo que hacemos es agarrar al diablo del hoy y proyectarlo en el diablo del ayer. Lo mismo que decía Borges en aquel famoso ensayo sobre Kafka: el escritor crea a sus precursores.” Con estas palabras comienza el Fariseo su exposición sobre el diablo.

Le digo: “Entiendo que hay en el judaísmo la noción de Satán como una fuerza opositora...” 

“Sí, sí, exactamente…el acusador”, replica el Fariseo, “una fuerza opositora, desviadora, no “mala”, sino incluso una fuerza que cumple una función, pero no una fuerza autosuficiente, somos nosotros que le damos suficiencia por el poder de la metáfora”. 

“Naturalmente”, prosigue el Fariseo, “el judaísmo se vio afectado por influencias ajenas, históricas. Por mencionar una entre muchas, está la influencia del persa Zoroastro, con su concepción distintivamente dualista del universo –un campo de batalla entre dos deidades que antagonizan. También hay un empuje helénico considerable. Es interesante cuando consideramos la figura del Hades, cuyo bastón podemos vincular al tenedor clásico del diablo. El reino del Hades es el reino del inframundo, cimentando las bases para nociones venideras del infierno. También encontramos entre los griegos la figura del Tifón (seguramente extrapolado del egipcio Set) y a este Tifón podemos emparentarlo con el dragón –de donde proceden las garras del diablo– y también con la serpiente y con las fuerzas volcánicas. Es el germen de toda una iconografía. ¿comprendés? Y recordemos que Zeus lo envía al Tártaro, lugar infernal. ¿Te suena conocido?” 

Interrumpo al Fariseo: “Supongo que los romanos también tuvieron su parte en este remix satánico.” 

“¿Vós sabés que todo ese rollo de la Bestia es presumiblemente una referencia a Nerón?”, apunta. “Hay muchas cosas que pasamos por alto. Cuando Constantino se hace cristiano se da un efecto de migración de las creencias paganas a las creencias cristianas. Así por ejemplo tenemos al sátiro originario (aún resonando en algunos grupos wiccas) que se transforma en el Pan romano que se luego transforma en el diablo con pezuñas y cachos y todo”. 

“El diablo ha servido para persecuciones indecibles”, le digo al Fariseo.

“Imagináte. Ya con un diablo plenamente desarrollado y establecido, eso da pie a un comportamiento completamente macabro por parte de la humanidad, y me refiero por supuesto a la Inquisición, que buscaba la anulación de las herejías, o contubernios con el Diablo. No hay una Inquisición sino varias. Entre otros fueron perseguidos los gnósticos, los cátaros, los maniqueos. A los templarios los acusaron de adorar a Baphomet (cuya representación mítica es la que nos regaló Eliphas Lévi). De los templarios se deshicieron un viernes 13, y bueno, de allí viene esa infatuación un tanto burda con el viernes 13. Fueron perseguidos también los ocultistas y las brujas. En América, en donde la Inquisición fue muy cruel, está el famoso caso de la brujas de Salem.”

“¿Qué hay de las Cruzadas?”, le pregunto al Fariseo.

“Las Cruzadas es una historia perpetua, en donde dos ideas en el fondo similares de lo que es el Diablo y el Mal se oponen monolíticamente. Es una oposición que continúa en nuestros días, y allí está Bush para probarlo”

“¿Los musulmanes creen en el diablo, entonces?”, pregunto.

“Allí está la figura de Iblis, que comparte genealogía abrahámica con el diablo cristiano. ¿Sabés cómo se refieren a Iblis a veces? Dice de él que es el “susurrador”. Fascinante, ¿no?” 


Otros diablos

“¿Y qué hay del diablo en otras culturas, vos?”, le pregunto al Fariseo.

“En el hinduismo y en el budismo”, comenta, “el diablo no existe para nada como lo hace en el teísmo. Hay fuerzas hostiles, emociones perturbadoras, un juego de condiciones adversas, niveles inferiores de consciencia. Incluso hay entidades oscuras determinadas, como es el caso de los asuras, según entiendo, pero no una personificación última del mal. En el budismo, la figura más cercana al diablo es la de Mara, el demonio que quiso tentar al Buda. Pero un budista lúcido sabrá decirte que Mara no es otra cosa que un símbolo. Tampoco hay que confundir con demonios a ciertas figuras airadas del budismo tibetano. En realidad son dharmapalas, defensores del dharma: lo que hacen es defender ferozmente la doctrina del Buda, y por eso son tan bravos.”

“Bueno, ¿y en las culturas americanas originales?”, pregunto ahora. “Es peligroso querer meterlo todo en un mismo saco”, formula el Fariseo mientras se sirve otro tequila reposado. “Pero para nosotros los guatemaltecos existe una referencia muy cercana: Xibalbá, un lugar no exactamente agradable, al parecer. Y entonces están los ajawab del Xibalbá o señores del infierno. En el mundo azteca, hay todo un panteón de dioses nocturnos (como Xolotl). Lo cuál no los hace demónicos en el sentido occidental de la palabra. Entre los indios norteamericanos entiendo que existen los “burladores”, entidades o espíritus un poco traviesos, maliciosos, algo así como el Puck de Shakespeare. Ahí está el Coyote, o el Cuervo. Son figuras hasta cierto punto queribles, más queribles en todo caso que nuestros diablos puramente laicos y modernos, nuestro diablos humanos –Stalin, Hitler…”

Una corriente de aire glacial entra por la ventana.

“Por suerte”, continúa el Fariseo, “el diablo no es siempre una figura tan desagradable como Hitler”. 

“Allí está el diablo byroniano, romántico, el héroe de la soledad, el diablo de Gustave Doré. Está también el diablo dandy, de modales impecables, ingenio y un sentido brillante de la oportunidad. El Mefistófeles juguetón. Son diablos nada solemnes, y nada tienen que ver con el diablo como ha quedado presentado en El exorcista. Espero que quede claro en tu artículo que estamos hablando del diablo desde el punto de vista histórico y antropológico y nada más. No queremos alarmar a las buenas consciencias…”

“Pero Fariseo, nunca me contestáste la pregunta: ¿qué diablos es el diablo?”

“Mi querido Maurice, la pregunta es muy sencilla: el diablo es el diablo es el diablo, de la misma manera que una rosa es una rosa es una rosa, como ya dijera Gertrude Stein”, y el Fariseo suelta una gran carcajada que retumba en las ciegas penumbras. 

“Tengo algo para ti”, me dice el Fariseo, extendiéndome un libro que ha tomado de una repisa, y luego sentándose. “Es El diablo, de Papini”. 

“A lo mejor te sirve para tu artículo. Es un libro aburridísimo, así que decidí regalártelo.” El Fariseo ríe más. 

En ese momento, sentado como estaba en el sillón, y riendo como estaba riendo, con su reposado en la mano, el Fariseo me pareció él mismo un poco diabólico. Terminamos la entrevista. 



HALL OF FAME DE ALIADOS DEL DIABLO EN LA TIERRA 

Al día siguiente, le mando un mail al Fariseo, pidiéndole que me confeccione una lista de los “más temibles aliados humanos del diablo en la tierra”. 

Una horas más tarde, me manda una lista de cinco nombres, advirtiéndome: “He aquí la lista; anotá que la hice sin pensarla, porque estoy teniendo un día inusualmente ocupado, y no tengo tiempo de un research formal. Pero te mando unos nombrecitos, que en todo caso no te van a decepcionar. Procuré colocar a personas que representan distintas clases de maldad, aunque algunos dicen que la maldad es toda una misma cosa”.

1) Hitler. “Es un clásico. Un arquetipo. Habla en nombre de todos los megadictadores, leáse Stalin, Mao, Iván el Terrible. Atila el Huno, Pol Pot, Milosevic, en fin (hay algunos locales que merecen estar aquí, pero no quiero pasar por antipatriota, ja ja). En fin, Hitler es el mal en un contexto masivo, racionalizado y tecnológico”.  

2) Tomás de Torquemada. “Había que poner a esta joyita, pienso yo. La “luz de España”, dijo de él un historiador. Curiosamente, de descendencia judía.”

3) Ted Bundy. “Digno representante de la tradición angloamericana de los asesinos seriales.”

4) Elizabeth Bathory. “Se hace preciso un enfoque de género. Elizabeth Bathory, la “condesa sangrienta”, mató a unas seiscientas personas, nomás”.  

5) Nerón. “Por poner a un romano…”



COMPENDIO DE CITAS SOBRE EL DIABLO

El Fariseo también me facilitó junto a su “Hall of fame de aliados del diablo en la tierra” una cuántas citas alusivas al tema:

“Cuando el diablo está satisfecho es una buena persona” Jonathan Swift

“Somos cada uno nuestro propio demonio, y hacemos de este mundo nuestro infierno” Oscar Wilde

“No hay otro ángel malvado que el amor” William Shakespeare

“El diablo es optimista si cree que puede hacer peores a los hombres” Karl Kraus

“El diablo es el mono de Dios” Martin Lutero

“En el infierno, el Diablo es Dios” Kedar Joshi

“Sed sobrios y velad, porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” Apóstol Pedro

Saludos vos, tratá de escribir cosas interesantes por una vez en tu vida, el Fariseo. 

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