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Lo divino humano


1. Mi hermana es una total Jesus Freak. No lo digo por insultarla. Es un elogio –en este caso–. Ya quisiera tener yo su convicción: su devoción: su nivel de servicio. No diré las maravillosas y energéticas cosas que hace, porque seguramente no es algo que aprobaría, pero de que las hace las hace. 
         
Como Jesus Freak que es, siempre me envía licas de fondo cristiano. No sé si su plan es convertirme o qué. Por supuesto, yo no requiero conversión, porque aún siendo budista, hace rato que dejé entrar a Cristo, como se dice, en mi corazón. Y bueno, estoy agradecido con ella, con mi hermana, porque está pendiente de mi bienestar, de mi integridad, de mi coherencia espiritual. 
         
Es cierto que algunas de esas películas que me manda son muy malas. Películas de santa intención, pero de dudosa factura. Mayormente, hagiografías pastoriles de santos católicos italianos: Maria Goretti, Santa Rita, Padre Pio... Materiales fílmicos cuyo propósito didáctico –en el peor sentido de la palabra– las hace poco soportables (tomen en cuenta que no estoy ejerciendo un juicio sobre los santos como tales). 
         
De buenas intenciones está empedrado el camino al infierno… cinematográfico. 
         
(El arte bien puede servir una agenda como la      política o la religión, pero si el arte no se sirve a sí mismo antes, entonces no sirve de nada. De hecho, la cinematografía (seria) es un ejercicio espiritual de enormes magnitudes, que no requiere para ello de contenidos religiosos: en sí mismo nos abre a una experiencia profunda.) 
         
2. Pero aparte de estas películas, que parece ser muy poco me interesaron, mi hermana también me envía películas de auténtica calidad e indiscutible maestría. 
         
Como acabamos de salir de la Semana Santa, he decido reseñar películas que tienen que ver con la vida clerical y abacial cristiana, y los retos que contrae. Decidí que, en lugar de hacer alusión a las películas sempiternas de siempre (estilo Ben Hur o Los Diez Mandamientos, u otras más recientes tipo La Pasión de Cristo), mejor recomendar algunas quizá menos conocidas, pero toda vez profundas. 
         
Películas como Le Journal d´un curé de de campagne (que Tarkovski situara como su película favorita) o como Of Gods and Men, ganadora del Grand Prix de Cannes 2010. Inspirarán a más de alguno, o le conducirán a algunas preguntas interesantes. 
         
Aparte de las ya mencionadas, añado otro filme, Ida, que siempre he querido reseñar. 

3. Aquí las reseñas:  

Le Journal d´un curé de campagne(1951). Una película, ya lo saben, de Bresson. Inspirada en el libro de Georges Bernanos. Ganadora del Gran Premio del Festival de Venecia. Un padre joven, de naturaleza enfermiza, abre parroquia en      Ambricourt, en donde pronto empieza a friccionar con el ambiente y población, convirtiéndose en la comidilla del pueblo, y entrando en una dinámica compleja con la familia rica local, cuyos miembros intensos le ponen en problemas. El actor (que de hecho es un no–actor: Claude Laydu) consigue texturas emocionales interesantes y febriles. Nos ha gustado además la ambientación, de senderos y árboles ominosos, que el blanco y negro profundiza. ¿Cómo se comporta la fe en la enfermedad, en el fracaso, en el desprecio, en el ostracismo, en la muerte? 

Of Gods and Men(2010). Película dirigida por Xavier Beauvois. Genera el Gran Prix de Cannes. Caso real. Un relato de sacrificio y un homenaje a la alteridad y la entrega que no conoce distinciones culturales o religiosas. Situada en Algeria, interioriza en la vida de unos monjes trapenses, que se dedican pues a la vida contemplativa y al servicio desinteresado. Una vida que habría de verse agitada por la llegada de los islamistas radicales. Es decir los moros.         
         
¿Qué hacer? ¿Huir del monasterio, quedarse? Deliberan (y el director los capta en ciertos momentos que nos recuerdan tenuemente, por la composición, los grandes cuadros religiosos). Tomando en cuenta todos los puntos de vista: el de ellos, seres humanos individuales con miedos y angustias; el punto de vista de lo divino, que impone un llamado y una vocación; y el punto de vista de la comunidad. Al final deciden quedarse. Ni hace falta decirlo: son asesinados.
         
Esta película nos permite sentir la belleza de la vida crística (y aún resuenan en mis oídos los cantos, Dios mío, los cantos). La película es una reflexión y un homenaje al dharma cristiano. Refiere la lealtad al llamado de Cristo, aún si eso significa la muerte, en un martirio, no irresponsable, sino asumido desde el propio amor a la vida. Y es que esos monjes no es que querían morirse, no. Disfrutaban su vida en Algeria y querían que siguiera (amor por esa tierra, que no era la que los vio nacer). Así pues, la pregunta no era fácil: ¿salvar la vida o cumplir el destino divino? Quizá la respuesta no vino de una mera sublimación religiosa ni tampoco de un pragmatismo visceral, sino de un lugar que podemos llamar el corazón. Estos seres humanos de rostros humanos se quedaron y obtuvieron una muerte humana. 
         
En mi opinión, las mejores películas religiosas nos hablan de lo divino, pero lo hacen siempre desde la condición humana. 
         
Ida(2013). Ida es un producto de gran belleza fílmica y cinematografía maestra. Dirigida por el polaco Pawel Pawlikowski, gana un Oscar como mejor película extranjera en 2013. 
         
Estamos en la Polonia de 1963. Una novicia –Anna– es obligada por su superior a conocer a su tía antes de tomar sus votos. Su tía, quien fuera un poderoso miembro del Partido –con todo lo que eso implica–. Muy pronto la tía le revela a Anna un dato para ella desconocido: es judía. Es así como empieza un road movie que es un viaje o iniciación a la familia, a las raíces, a la identidad, a la patria y a la historia. Anna busca los restos de sus padres, muertos durante la ocupación nazi, para darles judía sepultura. 
         
Puede decirse que la película es sobre la pérdida de la inocencia. La pérdida de la inocencia nos lleva a la crueldad humana pero nos abre a las libertades del cuerpo y la creatividad. En realidad, tomar las votos antes de perder la inocencia, antes de conocer la malignidad y la sensualidad, no tiene sentido. Pero es que además muchas veces lo valioso son las relaciones complejas que pueden darse entre la fe y lo profano. 
         
Idacartografía el oscuro territorio de un país que vivió de primera mano los dos totalitarismos del siglo XX. Ambos imprimieron sus inevitables injusticias y odios en el pueblo polaco, que de esa cuenta se volvió delator y verdugo, saturándole de una culpa abismal.


(Contraluz publicada el 1 de abril de 2016 en Contrapoder.)

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