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El bebé no se tira


(Columna publicada en Buscando a Syd el 15 de diciembre de 2011.)

La historia de la espiritualidad común nos muestra una altiplanicie desagradable en donde se enredan y traban los más fantásticas escándalos y abusos económicos, sexuales y de poder. Llevan la razón aquellos que critican a la religión y sus coaxiales defectos. El problema es cuando estos críticos tiran al bebé –el bebé búdico, crístico, o el que fuere– con el agua de la tina. Lo noto en mis amigos intelectuales y artistas: esa reticencia crónica –a veces enfermiza– hacia cualquier cosa remotamente espiritual. No puedo dejar de pensar que se están negando a sí mismos poderosas dimensiones de desarrollo y conexión.

Tanto la fe ciega como el escepticismo ciego paralizan a las personas. ¿Qué hacer para que la espiritualidad vuelva a sentarse en la mesa de la inteligencia, y converse con los valores laicos, y de hecho los incorpore a su axiología, asumiendo los legados de la razón y posmodernos? ¿Cómo planteamos un enfoque espiritual que se atreva a trabajar con la propia sombra? Sobre todo, ¿cómo generamos una espiritualidad abierta? En Guatemala estamos muy necesitados de diversidad espiritual. Los enfoques dominantes actuales son necesarios, pero insuficientes.

Con esta idea en mente, imaginé el año pasado una iniciativa llamada Diez Justos, que me llevó a realizar una serie de entrevistas a personas con variadas perspectivas espirituales. Ahora, bajo la misma inspiración, echo a andar un club de lectura, en torno a obras iluminadoras y significativas. La presentación básica del mismo se llevará a cabo hoy a las 18:30 horas en librería Sophos.

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