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Oscar


«Hace pocos días finalicé mi proceso en HALO. Quiero compartirles mi experiencia, de esa manera yo mismo tratar de capturar como en una instantánea estos 2 años y pico de camino, experiencia interior y asombro. 

Recuerdo haber visto la publicación en la página, algo despertó mi interés.  Ya bien empezados mis cuarentas, atravesaba un período difícil de mi vida, no cuidaba mucho mi salud, fumaba como bestia, y tenia una horrible ansiedad ante la muerte. Como la que muchos experimentarán hoy. Solo que en aquel entonces era la conciencia de mi propio descuido. Altos niveles de estrés, quizá justificados o quizá no. Mala alimentación, pero sobre todo un profundo vacío en el centro del estómago.  Me daba vértigo el pensar en que nada tenía sentido, y como pensaba que moriría pronto, tenía una terrible angustia por mi familia y mis hijos. Lo cual hacía todas mis relaciones más complicadas y preocupantes. 

Sin saber realmente que esperar me acerqué a HALO. A Maurice lo conocía desde los noventa, fuimos compañeros algún tiempo estudiando letras y filosofía en la Landívar.  Sabía bien cómo era, su firma original y su profundo conocimiento de las letras, el arte y por ende del ser humano. Sabía que era un adicto recuperado, leía también su columna en el periódico, me parecía genial en su trabajo y realmente admiraba su punto de vista, su tozudez y radicalidad pura y su apertura extrema. Diré una personalidad muy escasa, por no decir única, en nuestro medio. Le admiraba, sin complejos lo digo, era su fan.  Pero nada de eso me prepararía para el encuentro que experimentaría.   

Yo no era, no soy en realidad ahora tampoco, muy religioso, la meditación me llamaba la atención, pero realmente no sabía nada de ella.  Sí, fui a ver al Dalai Lama cuando vino a Guatemala.  Pero fue en vano, realmente no sabía nada de él, ni de la meditación, ni de contemplación, ni nada.  Solo pensaba que alguien como yo debería asistir y ser visto en tal evento.  Yo era de ese tipo de persona. Católico de cuna, crecí en el centro,  donde las iglesias  católicas, las putas y los bolos abundan. Todo eso se mezcló en mi ADN. Aparte estudié en colegio Jesuita. Más de alguna vez fui cucurucho y en alguna época pensé incluso en meterme de cura.  Así que, a pesar de ser bastante abierto para el promedio, tenía todos los prejuicios domingueros de la mayoría de mis colegas, familia y contemporáneos. Pero me decidí ir a la primera sesión informativa digamos. Realmente no sabía que esperar. Creo que mi afán en principio, era también fútil, quería colgar,  en un par de semanas,  un titulo de meditador en mi pared o quizá hasta de lama o monje tibetano. Eso apuntalaría mi imagen de empresario hipster o de hippie con éxito, que me vendía sobre mi mismo. Me equivoqué radicalmente.

HALO se trata de vos mismo. Al menos al principio.  De tu esencia, de hacerse las preguntas difíciles, de aprender muchas cosas sobre tu naturaleza que en pocos lados podrías.  Se trata de la práctica y de trabajo, constantes. No es una sangha o culto, ni siquiera un grupo de ayuda o terapia. Pero sí se trata de crear puentes con los aspectos mas elevados del ser.  Mismos que se te muestran, pero el trabajo es tuyo por hacer. Se sufre sí, pero también tendrás momentos de pleno goce y expansión inimaginable.  Espera derramar muchas lágrimas de sangre, pero también reír, mientras le pegas un tiro al que eras y logras al fin caminar de regreso a ti mismo.  

Nunca antes había tenido un maestro o coach, o similar,  así tan personal y cercano. Ahora me doy cuenta que llegó en el momento adecuado.  Puede haber hecho todo el trabajo solo, para muchas cosas he sido autodidacta. Pero fue muy profundo el ser confrontado, cuestionado, puesto en evidencia. Habilidades que espero haber adquirido y poder aplicarlas sobre mí mismo.

Aprendí que mi esencia es contemplativa, que mi espíritu crece y se desarrolla mucho mejor en este tipo de prácticas.  Las clases siempre llevan una parte teórica y una práctica. Aparte de algunas singulares tareas que te empujarán a lugares y circunstancias que te hacen crecer de nuevas maneras y hacia espacios antes vacíos de la vida. 

Explorar la psicología propia, los aspectos amarrados de nuestro propio ser, tu niño y tu viejo, tu héroe personal,  a reconocer tus emociones, tus arquetipos dominantes,  tu número del eneagrama, expandir tu propia y limitada narrativa. Un verdadero viaje hacia adentro y hacia afuera hasta lo mas profundo del universo mismo. 

Aprendí que casi todas las grandes tradiciones religiosos, tienen su rama contemplativa y tuve el placer de realizar muchas de sus prácticas. Desde el sufismo que nos llevó al Islam y la poesía de Rumi. El budismo principalmente tibetano, pero también otros, el Tao, la cábala judía, el zen y su  mindfulness. Y para mi sorpresa la tradición contemplativa de la iglesia católica, rescatada en principio por el noble Thomas Merton y seguida por el recién fallecido Thomas Keating. Y muchos otros como la monja Cynthia Bourgeault.  De los cuales me enamoré, como de muchos otros que se me escapa mencionar. Sin olvidar a Ken Wilber que se convirtió en un nuevo maestro para mi también.  

Encontré mi práctica.  Lejos de alejarme de la iglesia profundicé en ella.  Buscando cuevas donde meditar, descubrí las capillas del santísimo, que son muchas en la ciudad y que ofrecen un espacio ideal, para la contemplación, para el silencio y cómo no para la compasión y para ayudar a equilibrar la ruidosa vida que llevamos. Abiertas casi todo el año, algunas incluso con parqueo. Mi conexión con Cristo subió de nivel a través del santísimo,  a quién encontré allí practicado meditación tibetana o la cábala, recuperé la riqueza de mi propia tradición. La cual ahora amo y claro también hago en casa,  en la oficina,  o en el carro o esperando en el médico, en un parque, o en el sagrado jardín botánico. Solo se trata de encontrar donde puedas estar quieto. “Be still and know that I Am God”.    

El proceso es largo y quiere mucho compromiso de tu parte. Pero termina, cuando tiene que terminar. Y lo que te llevas es un par de buenas alas, una mente ampliada, un corazón más compasivo, un cuerpo mas aliado con tu guerrero y muy enraizado en la tierra, energizado por el chi kung,  y recuperada o ampliada tu conexión con lo mas alto. También estoy muy en contacto con mi lado creativo, aprovecho la cuarentena para nutrir mi nueva pasión que es dibujar, siendo esta una de las cosas que siempre me dije imposibles para mi burda motricidad fina. Todo esto, eso es solo un fragmento de mi experiencia HALO.  La cual sería digna de una novela completa.» 


Oscar Paniagua,
Julio 2020

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