Ojo, confusión del mundo.
Han puesto una mano
con un cuchillo en mi mano.
Donde lo otro se va la sangre.
Donde la piel desvestida.
En el edificio
de las vértebras,
qué gran calor nada escaso.
Van cayendo los pellejos.
Todo llama y eco.
Divinidad llama.
Moverte y no hacerlo de nada sirven.
Retener y expirar, de nada sirven.
Seremos hasta donde aquello
pierde su flor definida.
A lo que nunca es forma
van estos impulsos con nadie.
A tanta luz respirando vacío.
El ojo debe a todas luces quedarse,
mientras el innumerable resto sigue.
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