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Eduardo Herrera: adentro y afuera

(No recuerdo cuándo hice esta entrevista; hace ya algunos añitos.)


Eduardo Herrera sabe su materia, el budismo, y como todos los hombres con información es pródigo en respuestas y disgresiones. Así que uno le pregunta una cosa y de ella habla con semejante momentum que termina hablando de otra y a veces de la opuesta. No es con todo un faraón de tecnicismos ni un una momia doctoral, sino explaya su erudición desde una oralidad eminente e inmanentemente mexicana que incluye alguna dosis de humor (por cierto que su forma de reírse es muy extraña), agudeza y un toque de desacralización permanente. Lo que más agrada de Eduardo Herrera es que siendo un budista convencido, no por ello está atrapado en la telaraña jurídica del dharma, sino que sabe apartarse del discurso y sopesarlo objetivamente y anotar sus craquelaciones. Es decir que trata el budismo simultáneamente desde adentro y desde afuera. La entrevista –a la vez sesuda e informal– fue larga y desordenada, como las mejores entrevistas. El entrevistador la reorganizó y sintetizó para que fuera más amigable. Un eje de la charla tocó el tópico del desplazo de la religión budista a Occidente, y dentro de Occidente, a Latinoamérica y en particular a “la región más transparente”. Otro eje nos llevó a hablar de algunas instituciones dentro del budismo.  


Se diría que hay una especie de voracidad, una gran sed por los conocimientos orientales, ¿o no?
–Mucha. Hay una gran necesidad en Occidente. Se viene dando desde el siglo XIX, con madame Blavatsky, y eventualmente el general Olcott y la asociación teosófica… Esos primeros momentos de los mahatmas, y estos grandes intereses donde un Lobsang Rampa empieza a escribir cosas místicas, que finalmente fueron una invención literaria… Hay un interés, y una fascinación de Occidente por Oriente. Incluso se habla en algunas escuelas místicas o cristianas que Jesús estudió en La India.

¿Qué clase de dificultades existen en el desplazo budista en particular a Occidente? 
–Creo que nos falta mucho en Occidente para lograr absorber todas las transmisiones en todos los niveles tanto desde el conocimiento intelectual como experiencial. Y eso, aunque no nos guste a los occidentales, va a tomar tiempo. ¿Significa esto que no se van a iluminar los occidentales? Claro que no. Muchos occidentales a través del la práctica del budismo ya han alcanzado grados de realización, y de hecho ya se han liberado: Bokar Tulku en algún momento habló inclusive de un occidental alcanzado el cuerpo de arco iris –eso se lo había relatado Khunu Lama, un lama indio que pasó mucho tiempo en el Tíbet–. Entonces no significa que a nivel individual los occidentales no tengamos la naturaleza búdica y la capacidad de realización, pero me parece que vamos a necesitar tiempo para asimilar el budismo tibetano con un criterio mayor.  

Cuando te referís que el budismo tibetano va a tomar un tiempo en asimilarse, ¿es que hay alguna cosa en la personalidad occidental que lo impide, un escepticismo talvez? 
–Por un lado, está el hecho de que ni el veinte por ciento de las enseñanzas del canon tibetano están traducidas a idiomas occidentales. Por el otro, necesitamos más antenas para captar las transmisiones –los ‘bancos de transmisiones’– y eso va a tomar tiempo. Tenemos un puñado de prácticas solamente de las millones de posibilidades que hay. 

¿Cómo puede el budismo explicarse a sí mismo laicamente?
–Entendiendo la diferencia entre la historia y la historiografía. Luis Gómez plantea mucho la historiografía versus la historia del budismo. La historiografía es la historia autoexplicada. Cuando comparas los distintos tipos de historia entiendes que el budismo nace en un contexto y que tal rey se hizo budista, no porque se le apareció alguien en un sueño, sino simplemente porque le resultaba conveniente. Eso te da mucho criterio para entender la historiografía, que es la historia que tú mismo te cuentas como budista. Te permite saber que este discurso no es absoluto para todos. Este discurso no es independiente de los valores sociales, de las migraciones de los pueblos, de los factores económicos. Hay que introducir elementos de antropología, de arqueología, de sociología, de filología... Eres budista: perfecto, te funciona, pero no puedes empezarte a creer que la historiografía budista es real y absoluta, y en algún momento te vayas con una espada a convencer a alguien, error en el cuál los tibetanos cayeron: el budismo como herramienta de legitimación y de supresión de otros. En el siglo VII, un guerrero tibetano con un millón de soldados dice ‘voy a tomar una religión para legitimarme’, trae el budismo, crea una lengua para el budismo, se autoerige emanación del buda de la compasión, y domina otros pueblos, entre ellos los Böhn: se presenta como la civilización culta versus los chamanes y los animistas. El budismo no debe ser apologético: debe ser una herramienta de conocimiento interno. Tú tienes que elaborar un discurso coherente que no se vuelva religioso, en el sentido que ya los otros están mal, tú eres superior, los demás se van a freír en el infierno y tú tienes una preciosa existencia búdica con una preciosa arrogancia búdica. Cuando llegué al Colegio de México, a la maestría, me empecé a dar cuenta de cómo me atrapaba yo mismo en mi discurso apologético.  Es importante que en Occidente no nada más nos dediquemos como budistas a nuestra propia iluminación, sino que tengamos un discurso congruente y relevante para interactuar con el mundo, con la gente. Esto quiere decir que la academia occidental no la podemos descartar de ninguna manera: te da herramientas de autocrítica que no te las permite el budismo. El budismo es un método que no salió espontáneamente de una estupa de Manjusri. 

Entiendo que haz estado un tiempo considerable en el Himalaya. ¿Te parece que existen ciertos vínculos culturales entre la cultura latinoamericana y la cultura himaláyica?
–Todavía en Latinoamérica tenemos muchos conceptos familiares: hay un concepto de clan, los vínculos son muy estrechos, los padres pasan más años con sus hijos al igual que en Asia, y hay una complicidad muy importante en las familias latinoamericanas, al igual que en el Tíbet y el Himalaya en términos generales. 

¿Cómo has visto el desarrollo de la cultura budista en México?
–Hay varias tendencias, creo. Con toda la posibilidad de equivocarme, hay una apertura al budismo desde la retórica chamánica mexicana, te estoy hablando de los sesenta. Por supuesto, pasa por allí Eric Fromm, con D.T. Suzuki.  Viene Takata, otro maestro zen, y enseña a un grupo de personas excéntricas. Eventualmente, Trungpa visita. En los años ochenta, Lama Ole. Un papel muy importante juega Casa Tíbet en los noventa, con Marco Antonio Karam, preparado en el instituto de Naropa, que con su práctica y su refugio empieza a traer ya de una forma más depurada el budismo. Simultáneamente o a los pocos años llegan otros muchos movimientos y centros de budismo. Hoy por hoy en México se cuenta con prácticamente todos los linajes del budismo tibetano, y también un linaje no budista, los Bön. Fuera del Tíbet, el centro Bön más importante está en México. Los Bön tienen dos grandes stupas: una stupa de casi treinta metros en Valle de Bravo, otra en Torreón, que también es bien grande, movimientos importantes, están dando prácticas avanzadísimas, como tummo… Y bueno, Camino del Diamante también tienen presencia con centros y grupos. En el DF hay dos, en Metepec hay uno, en Oaxaca hay otro, Cancún y Playa del Carmen son otros dos, y hay otros. Y está muy bien, la gente está trabajando mucho. El centro de Cancún es impresionante, alquilaron una casa enorme, son personas que le están echando unas ganas tremendas. También están los centros de Lama Zopa Rinpoche, la Fundación para la Preservación de la TradiciónMahayana, la Tradición Kadampa, los seguidores deSangharakshita… Está el movimiento dzogchen, además de los Drikung Kagyu, y los Drukpa Kagyu. Hay un centro bien grande en Veracruz de monjes Theravada. En verdad hay mucho movimiento… Yo creo que el movimiento en México de budismo es impresionante. Además, estamos dándole un impulso académico en la UNAM, a través de un diplomado budista. Está uno de los más importantes budólogos a nivel mundial, que es Luis Gómez, puertorriqueño, de la Universidad de Michigan. Su doctorado de budismo lo terminó a los veintidós años. Un tipo muy cultivado, extraordinario pedagogo. Con él está una maestra alemana: AngelaSchottenhammer, especialista en China. También John Marston, especialista en budismo del sudeste de Asia –Vietnam, Laos, Cambodia, Tailandia, Birmania– y con experiencia de campo con la comunidad Khmer. Yo estoy en la parte de Nepal y Tíbet. Como ves, no es el diplomado de Reiki en la Universidad Expansión y Vida... Es un diplomado con el reconocimiento académico de la UNAM sobre historia y cultura visual del budismo.

Hablemos de Diamond Way México. ¿Cuál es tu rol exacto y nivel de actividad dentro de Diamond Way?
–Estudiante de Lama Ole... 

Por estudiante de Lama Ole se entiende alguien que tenés una relación muy estrecha con él, y estás recibiendo enseñanzas directas…
–Tan directas como las tiene contigo. No voy a un curso especial ni nada. Sí he tenido la oportunidad de convivir con él en Asia, en Europa, en Latinoamérica, en diferentes lugares y situaciones no nada más de carácter de enseñanza sino de organización, y he servido de puente en la comunicación entre Asia y la organización de Lama Ole. Así pues, he podido ser interlocutor en una lectura de Shamar Rinpoche; o en ocasiones traductor de un Khenpo Tsultrim, de un Khenpo Karma Ngedon, de Karmapa, de diferentes maestros; también he fungido como expositor... 

¿Y cuál es tu relación DW México?
–Pudiéramos decir que fundador. Antes, existía nada más la visita de Lama Ole y Hannah a Casa Tíbet México con Tony Karam, con quien se sigue trabajando y de manera funcional. Costó mucho trabajo, pero se empezaron a organizar actividades, a dar conferencias, no nada más en México sino apoyando las actividades en Guatemala, El Salvador, apoyando a Latinoamérica, y eso era mucho en gran medida impulsado por Hannah como por Lama Ole: ‘ve a traducir, ve a enseñar…’ Si hay algo que todos podemos dar, qué padre, y en relación a mi experiencia es: me fascina lo que hago, me fascina el budismo, me fascinan mis amigos y la gente, los quiero desde dentro, y eso sigue. 

Es obvio que tuviste que circunstanciarte, crear condiciones que no existían antes. ¿Eso fue difícil, lo juzgarías como algo costoso?
–No, se dio muy naturalmente, y además nadie hace nada solo. Después de muchos años de esfuerzo, trabajando en casas de amigos y tal, de pronto surgen personas que pueden alquilar una casa, luego patrocinadores, y empezamos a hacer un centro muy, muy bonito. Me puse a dar cursos y conferencias de una forma muy sistemática, intentando poner un aspecto que no es universitario, pero que tampoco es meramente inspiracional, sino que de pronto pudiera tener un poquito de información despegada del discurso, de ti mismo, de la historia, de la institución. Para mi fue una experiencia muy enriquecedora. Entonces hay muchas cosas positivas, un gran aprendizaje, algo muy sui generis a nivel latinoamericano, y yo casi puedo afirmar que a nivel mundial: tener cerca de doscientos cursos grabados y ordenados de forma pedagógica… Esto puede inclusive ser anatema en el Camino del Diamante, que no es pedagógicamente estructurado. Lo cuál no es por fuerza muy bien visto por los demás centros. La gente de otros centros que viajaba y venía a México decía: “Pero esto no funciona igual que en mi país”. La tendencia general de los Centros Diamond Way, para bien y para mal, es homogeneizar. Pero esto realmente era otra estructura, no con una intención de dolo, maldad, sino que era una cuestión de aportar algo con pasión, con impulso, y surgió un nivel de enseñanzas pues bastante interesante que de pronto creo que pueden enriquecer, no contradecir. 

¿Cómo vio todo eso Lama Ole?
–Lama Ole lo apoyó totalmente. 

¿Nunca te interesó hacer tu propio rollo, decir: me voy a desprender completamente de esta estructura, y voy a fundar algo que sea completamente personal, nunca te pasó por la cabeza? 
–No, porque tengo mucha devoción, tengo mucha deferencia a mis maestros, y porque a nivel de institución se trata de fortalecer e incorporar. 

Hablando del reciente budismo norteamericano, hay una tendencia de ir construyendo un budismo más laico, de ir desnudándolo de sus aspectos culturalistas, etcétera, y hay muchas personas que no están de acuerdo con eso porque sienten que se da un efecto de pérdida. 
–Creo que incluso esa pregunta va cargada con una información que no está tan correcta. El monasticismo está implícito en el budismo: está el Buda, el dharma, y la shanga. El monasticismo no es cultural. El monasticismo es un banco de preservación tanto de información verbal–conceptual como de transmisión de experiencia. Marpa quería hacer una institución patrilinear: él iba a transmitir a su hijo, y su hijo a su nieto, pero bueno, no funcionó así, y se hicieron monasterios con Gampopa. ¿Por qué no funcionó? Porque los laicos estamos tan ocupados que no tenemos la capacidad de preservar las transmisiones. Si no están estos receptáculos monásticos es posible que se pierdan. O bien ocurre el fenómeno que estamos viviendo en Occidente de los centros budistas. Pero en los centros budistas occidentales hay un puñado apenas de transmisiones, y necesitas que llegue un gran maestro que te puede dar esas transmisiones. Y en realidad todas las tradiciones que recibimos son yenangs, son transmisiones de bendición. No son malas, son buenísimas, pero no son los wangs, en donde tienes que hacer la práctica seis sesiones al día, a ver cómo, y si no la haces vas a tener muchos obstáculos. 

¿Creés que los tulkus aún tienen relevancia en el mundo de hoy? 
–Institucionalmente, hay una necesidad de que existan tulkus. Desde la filosofía budista los tulkus pueden manifestarse sin ser declarados como tales, pero a nivel institucional se va a seguir designando tulkus porque es ya parte del vajrayana. Los tulkus normalmente son los sustentadores del linaje: un Shamar rinpoche, un Karmapa, un Tsitung Gyaltsa. Lama Ole es un lama con realización, una persona que sigue transmitiendo y beneficiando como ningún otro lama yo creo. Pero que sea un sustentador de linaje, pues no lo es.  Un sustentador del linaje va a ser siempre necesario. 
                            
El hecho de que coexistan dos karmapas: ¿cómo eso ha resonado en los centros DW?, ¿hubo algún efecto de disidencia?
–Muy poco. Lama Ole –muy claro como él es– inmediatamente abrió la información, y fue un golpe fulminante. Pero un solo golpe, no una pelea. Eso en cuanto a la institución Camino del Diamante se refiere. En cuanto a los monasterios y centros Karma Kagyu en Europa, hubo dos, tres golpes, más cautela… Shamar Rinpoche, siendo tibetano, tiene que remar las aguas de la etiqueta y de la política tibetana, porque no puedes llegar como bulldozer. Te puedes imaginar los problemas emocionales, psicológicos, sociales, clanistas que la diáspora tibetana pudo traer a toda la comunidad, y hasta a lo más grandes iluminados. Todo ese resquebrajamiento y pérdida –la pérdida de tu país, un duelo– genera mucha tensión y se reflejó en un conflicto interno. 

¿Cuál va a ser el destino del los centros Diamond Way cuando muera Lama Ole?
–Cierto día, estaba con Hannah y Ole, cuando alguien llegó y les preguntó: “Oigan, Hannah, Ole, ¿y qué pasará con Diamond Way cuando ustedes se mueran?” Inmediatamente Hannah se adelantó con la respuesta: “Se lo dejamos a Karmapa”. 

Personalmente, ¿qué pensás que va a pasar?
–Yo creo que a nivel institucional van a haber olas muy, muy fuertes. ¿Por qué? Porque cuando hay una figura carismática, un planeta muy grande que desaparece, la gravedad entra en caos. Cuando se colapsa un centro gravitacional esencial, se da un reacomodo, pero aquí el examen fundamental es si ese reacomodo va a resultar como dice Lama Ole en más omelettes o en más huevos rotos. Creo que en términos prácticos la institución está haciendo su mejor esfuerzo, de eso no hay duda. Hay gente valiosísima, con esa gran responsabilidad que es administrar lo económico, cuidar lo legal, lo logístico, lo pedagógico, todas las aristas. 

¿Esta gente tiene una consigna? Es decir: ¿Lama Ole les ha dicho ‘cuando yo muera quiero que se redevuelvan al Karmapa, o quiero que hagan tal y tal cosa’, se ha dado esta conversación?
–No tengo conocimiento del tema. Todo lo que yo pueda decir sería una especulación. Yo si considero que Lama Ole es una persona muy práctica y debe de haber dejado muy claro lo que quiere. 

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