Este año –este preciso mes, si no estoy mal– HALO cumple cinco años de vida.
Cuando recuerdo a aquel yo que comenzó HALO, me da ternura.
He crecido mucho –aunque desde luego aún soy un infante.
En general estoy satisfecho con el resultado del proyecto.
Por supuesto, siempre hay lugares en donde se falló la marca.
Con algunas personas HALO no funcionó del todo, y lo lamento tremendamente.
A veces fue mi culpa, otras veces no.
Con otras personas, especialmente ahí donde había química espiritual, la cosa transcurrió de una manera mágica.
Sea como sea, agradezco a todos a quienes han tocado a mi puerta, y vivieron el Proceso, o parte de él, en cualquier de sus viaje y versiones.
Estoy especialmente contento con la última configuración de HALO, por cierto.
En efecto, este año el proyecto tuvo todo un makeover.
Para bien diría.
Por supuesto, no me quedaré ahí: HALO es un proyecto perpetuamente vivo, en devenir.
Mi único reto a estas alturas es la salud.
El cuerpo está perdiendo coherencia y vitalidad.
Pero el corazón está ardiendo, contra la noche.
Y HALO me protege.
Se piensa que yo doy la iniciación de HALO, pero esa iniciación HALO me la dio a mí.
Solo soy un conducto.
Me postro ante HALO, que es un espíritu, una entidad.
No quiero ponerme demasiado esotérico, a estas alturas.
Solo decir que HALO me lo dio todo.
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