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Gabriela



«Al interesado que corresponda:

A los ocho años conocí el hinduismo gracias a mi abuela materna. La acompañé a varias sesiones de Kriya Yogay otras meditaciones guiadas. Crecí en un colegio católico, aunque mis padres fueron nómadas religiosos. Durante mi vida conocí las religiones católica, evangélica, cristiana, algunos discipulados cristianos y el budismo. A la distancia, observé abusos a feligreses cometidos por figuras de autoridad en cada fe mencionada anteriormente. A pesar de no haber vivido algún abuso religioso en experiencia propia, sino tal vez más un tipo de negligencia sacerdotal, no puedo pertenecer a instituciones cuando menos permisivas ante estos comportamientos. Me separé de las religiones. 

Fue gracias a la espiritualidad de mi abuela materna que no perdí la fe. Nunca me denominé atea por temor a sentirme huérfana espiritual, pero sí me definía como humanista agnóstica al menos por cinco años.

A los treinta tuve a mi primer hijo. Un año y cinco meses después nació mi hija. Me invadió la depresión. Todo lo que se suponía que la maternidad debía ser, era lo opuesto para mi. En vez de sentir gozo y plenitud, sentí culpa, dolor, miedo, ira, enojo, tristeza y harto cansancio. Había renunciado a una vida laboral prometedora e independiente para cambiar pañales, hacer tediosas tareas en casa y depender de un solo salario; el de mi emprendedor esposo.

Los niños fueron creciendo y de no ser por el generoso apoyo de nuestros familiares, habríamos fracasado como matrimonio. Me sentía perdida. Sola. Frustrada. Enojada con la vida. Programada desde pequeña a creer que yo era algo especial y que las personas con talentos especiales no tienen por qué pasar el tiempo sacrificando sus sueños o necesidades por actividades comunes y corrientes, mucho menos hincadas quitando la mierda de los baños de la casa o lavando los interminables platos sucios.

Un fin de semana, llevamos a los niños al mar. Mi hijo, ya de casi cinco años en aquél entonces, me hizo una pregunta: "Mama, ¿dónde está Dios?". Mi esposo seguramente había hablado de Él con él y lo había marcado; tanto como mi abuela materna habría influido sobre mi cuando me contó de Dios. No supe qué contestarle. Me paralicé. Cualquier respuesta hubiera sido una mentira. Me sentí tan pequeña como uno de los granos de arena que mi hijo sostenía con su mano cuando me lo preguntó. Llena de valor, contesté: "No sé. ¿Tú, dónde crees que está?" Sus ojos enormes se abrieron aún más y sin decir palabra señaló al mar y tocó mi corazón. Deseé tener su fe. Quise tener su certeza. Fue así como rogué a Dios por un maestro que pudiera ayudarme a encontrarlo para luego presentárselo a mis hijos, con honor.

Un Maestro Humano. No un santo, no un inmaculado. Anhelaba un maestro lleno de pasado, atípico, cargado de experiencia, sabiduría, disciplina, presencia, conocimiento, inocencia, amor; rigurosamente crítico y estricto. Alguien que me desnudara hasta el vacío sin aprovecharse de mi vulnerabilidad. Alguien que ante las religiones sería llamado hereje, pecador o enfermo; un ateo reconvertido. Alguien que conociera a Dios por experiencia directa. No al Dios de los libros, sino a uno vivo. Tenía que ser un maestro con esas cualidades por dos razones: una para que él viera a través de mis pecados, mis manipulaciones, mi codependencia y mis neurosis enfermizas. Quería dejarle ver mis complejos, mis sublimaciones, mis limitaciones y mis mentiras. La segunda razón, para que pudiera señalarme algún camino. 

Por fe hoy sé que gracias esa plegaria, a ese urgente grito-llamada que lancé al universo, apareció ante mi el proyecto HALO y su creador: el señor, poeta cósmico, Maurice Echeverría. A mi criterio, él ha trascendido de su profesión de escritor a la vocación de guía espiritual. Hoy, me refiero a él con honor como mi Maestro Amigo.

No estaba buscando congregarme y HALO resultó ser un proyecto individual.

En HALO se habla del Ego, pero no es una clínica de psicología. HALO es un viaje espiritual, pero no tuve que salir de casa para regresar a ella. Se debe tener cierta capacidad económica para asistir, pero no habrá gastos extraordinarios ni donaciones adicionales. En HALO impera una relación maestro-alumno, pero el maestro es un "anti-coach". Invita al participante a ser activo, cuestionar el proceso, a sí mismo, a expresarse y, en general, a pensar. HALO guarda una cercanía con los programas doce pasos, pero no es un grupo de apoyo. El Maestro es un guardián protector de su proyecto, pero rompe cualquier relación kármica para que el buscador no genere codependencia con él ni con el programa. HALO cree en el buscador devoto y lo acorrala para que deje de esconderse y se encuentre a sí mismo.

HALO es un proyecto místico-mágico con una metodología sistemática, progresiva y a la vez flexible para adecuarse a las creencias de cada individuo con sed espiritual. En HALO, el Maestro exigirá a los integrantes confianza, devoción y compromiso para detonar la potencialidad del buscador espiritual.

Me honra extender esta referencia al Maestro Echeverría y su proyecto. A cualquiera que desee encontrar un fin superior, esté dispuesto a caminar descalzo sobre las brasas del ardiente fuego de sus ojos y de su presencia absoluta, le invito a conocer el programa HALO. Si no es para ustedes, el mismo programa les hará sentir y saber. Pero si son aceptados y es lo que necesitan, tengo certeza de que aprenderán cosas de sí mismos que ni los espacios académicos, psicológicos o religiosos podrán enseñarles. 

Me preguntan si ya me iluminé. Si desperté. Eso es algo que debo abordar con la más íntegra honestidad: No. No soy un Ser iluminado. Pero gracias a HALO y al Maestro Echeverría se me quitó la alergia a vivir una vida ordinaria y aprendí a aceptar la realidad como ella se presente ante mi. Me descubro sonriendo frecuentemente, desde mi corazón, incluso en tiempos de calamidad, mientras sirvo a mi prójimo, limpio, cumplo con la rutina, lavo los interminables platos sucios o quito la mierda de los demás en los inodoros de mi casa.

Gracias por la paciencia, Maestro Amigo.»


Gabriela Aguilar
Guatemala, Julio 2020.

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