(Crónica publicado en Siglo 21 el 24/07/2011.)
La elegancia pero la firmeza. La serenidad pero la intensidad. La gentileza pero la asertividad. La paciencia pero la decisión. La fluidez pero la estructura. La gracia pero el poder. Lo blando pero lo firme. El vacío pero la forma. Lo cambiante pero lo monótono. Lo lento pero lo dinámico. La flexibilidad pero la definición… Alianzas sutiles, secretas del tai chi.
En realidad, no hay que conformarse con ver el tai chi en la compu. En Guatemala hay muchos que lo imparten y practican y que pueden enseñarlo.
Tai chi en tres actos
Pero antes: ¿qué es el tai chi? Casi todos coinciden en que éste se secciona en tres facetas: es un camino espiritual; es un arte marcial; y es una fuente de salud física y mental.
Tai chi significa: “Gran Término”. Significa: “Gran Extremo”. Significa: “Gran Cima”. Hay un sentido de elevación y de expansividad implicado. Su símbolo perfecto es taijitu, que representa la unión sin violencia del yin y el yang. El yin siendo el principio feminino (suave, luna, pasividad, receptividad, etcétera). El yang, lo masculino (fuerza, sol, actividad, penetración, y demás). “Sin la yin y la yang no tenemos vida”, me explica Chi–Kin Tong, director de la Escuela Continental de Tai Chi.
El tai chi alude a un principio espiritual de la naturaleza, que se expresa en polaridades, la idea naturalmente siendo fluir entre las mismas, en perfecto balance. Este balance debe vivenciarse en todas las áreas de la propia vida: el trabajo, los hijos, la salud, y así sucesivamente. “Utilizar los extremos, permaneciendo en el medio”, dice el precepto.
Se puede decir que el taoísmo es la tierra espiritual de donde brota el tai chi. Y el taoísmo, siendo tan inefable, surge a la vez como algo muy funcional y terrestre. Los chinos son prácticos y corpóreos. Ya lo decía el filósofo D. T. Suzuki, en un texto en donde compara espiritualidad china y espiritualidad india: “Los Indios son sutiles en análisis y deslumbrantes en vuelo poético; los Chinos son hijos de la vida terrenal, caminan, nunca se elevan en el aire.” Para la mentalidad china, el asunto no es trascender el cuerpo, sino integrarlo: tirar el cable a tierra. No es extraño que uno de los grandes leitmotivs de la espiritualidad china sea la longevidad, y la salud. Dice Magaly Canessa, maestra de Tai Chi: “Mientras más cerca estás de la tierra, más centrado estás, más humano eres. El cielo padre es un deseo: es adonde tú vas. Pero toda la parte funcional tiene que ver con la tierra.” Este gran sentido de corporeificación se traduce en modelo chino de los cinco elementos: madera, fuego, metal, tierra, agua.
El Tai Chi es una ciencia meditativa, interior, un ejercicio de presencia mental, que nos permite conocer la naturaleza de la naturaleza, realidad, y el cosmos, dándonos una sabiduría directa del mismo. Nos facilita una postura ante la vida, pero ésta no es rígida: armonía sin resistencia. El Tai Chi es por demás en un arte en todo el sentido de la palabra: una danza de energía: cada uno de sus movimientos es preciso, como un hexámetro. “Es hermoso, es grande, es profundo”, lo alaba el instructor José Max Paniagua.
Eso respecto a la parte espiritual del tai chi. Pero hay una dimensión netamente marcial de la misma. Con frecuencia usamos la expresión Tai Chi –en abreviado– para describir el arte marcial; en rigor, eso es incorrecto. Más correcto es hablar del Tai Chi Chuan: chuan queriendo decir “puño”, o también “forma”. Me lo pone muy sucintamente el reputado maestro José María Jo: “Tai Chi Chuan es arte marcial a base de la filosofía del Gran Término”.
Los maestros de Tai Chi Chuan hacen cosas increíbles con la energía; el poder que manifiestan, siendo tan calmado, es resonante. Dice el ya mencionado maestro Tong: “Mucha gente piensa equivocadamente que el tai chi es sólo para la gente enferma y para los viejitos”. En realidad, cada movimiento tiene una aplicación activa, no decorativa, en el terreno de la defensa personal; por medio del mismo se absorbe y redirige las agresiones del oponente o de la vida misma, que de esa cuenta son aprovechadas. La fuerza brusca del adversario se torna en el acto a nuestro favor.
El Tai Chi Chuan forma parte de las artes marciales internas (wudang), en contraposiciones a las externas (shaolin), más regias. Comenta el instructor guatemalteco Luis Duarte: “Por algún tiempo, el Tai Chi perdió su popularidad como arte marcial porque es más fácil aprender simplemente a tirar una patada o un puñetazo que aprender a sentir y desviar la energía y la fuerza del oponente.”
El Tai Chi Chuan cuenta con varios estilos, entre los cuales podemos mencionar el Yang, el Chen, el Wu. Los mismos promueven secuencias específicas de movimientos, que se manifiestan en formas y figuras. A veces se utilizan elementos tales como el abanico o la espada en su práctica. Es importante mencionar que además del Tai Chi Chuan tradicional, hay otro más creativo que privilegia la espontaneidad y la expresión, aunque siempre tomando en cuenta los principios primigenios que rigen este arte marcial.
Una última dimensión del Tai Chi es la dimensión terapéutica, por demás proverbial. Sus ventajas medicinales son múltiples, tanto en un nivel preventivo como curativo. Por su función preventiva, puede verse el Tai Chi como un espléndido seguro de salud, dándonos inmunidad, fortaleza y juventud. También es muy provechosa para el alivio de enfermedades, por ejemplo de carácter crónico. “Gracias a la energía del Tai Chi yo puedo sanar muchos dolores”, dice Magaly Canessi, que trabaja constantemente con enfermos (también es practicante de shiatsu). Naturalmente, es mejor utilizar el Tai Chi de modo preventivo. Así lo resalta José Max Paniagua: “Las clases la toman las personas de la tercera edad por el pensamiento que es sólo para ellas, pero entre más temprano se inicie una persona en este arte más beneficios obtendrá”. El Tai Chi autoriza, por medio del movimiento y la respiración profunda, una sana alineación y regulación del Chi, la fuerza vital y virtuosa de la vida, a través de los distintos canales energéticos.
Para terminar de presentar el Tai Chi, podemos decir que todas sus dimensiones –espiritual, marcial y medicinal– son en alguna medida indisociables y van juntas. Es el carácter integrativo propio del Tai Chi.
Tai Chi para todos
El origen del Tai Chi Chuan –un nombre más bien reciente– es vago y mítico. Podemos remontar el río del tiempo, pero eventualmente perderemos contacto con la historia exacta y nos adentraremos en la leyenda.
Hay dos teorías consabidas. Una: la del monje taoísta de la montaña Wudang, Chan San Feng (¿siglo XII?), quien se inspiró en el combate de una grulla y una serpiente para dar génesis a este arte marcial. La otra teoría vincula su origen a Chen Wang Ting, de la zona de Honan (siglo XVII). Al parecer el Tai Chi habría de quedarse en el recinto del clan Chen, siguiendo un celoso linaje familiar, hasta que fuera aprendido de un extraño: Yang Lu Chan, quien formalizó el famoso estilo Yang, adiestrando inclusive a los ejércitos del emperador Ching.
Como en otras tradiciones orientales, el Tai Chi da mucha importancia a la transmisión maestro–discípulo, dándose un efecto de conservación y sistematización de la tradición. Pero simultáneo a ello, se da también un proceso de refinación y modificación. Toda tradición ha llegado a nosotros porque alguien innovó sobre ella –dándole así vida y creatividad– y esto no excluye el Tai Chi. Hoy por hoy, el Tai Chi Chuan goza de una acreditación formal por parte de la República Popular China –formando parte del programa oficial de kung fu, o wushu moderno– y es de esa cuenta un verdadero “deporte nacional”, con un impacto real en la salud de millones de personas. De esta popularización han nacido formas de Tai Chi muy accesibles, más fáciles de practicar. Hoy el Tai Chi ha alcanzado –gracias a dinámicas de migración, un interés creciente por el Oriente, y la globalización de los medios– un estatuto terráqueo. Millones de millones lo practican, acaso porque intuyen sus potencialidades en esta época de enorme degradación física y espiritual.
Tai Chi en Guatemala
Al indagar sobre la historia del Tai Chi en Guatemala, algunos nombres siempre siguen apareciendo: nombres tales como José María Jo o Chi–Kin Tong. Otra referencia indiscutible es Lee Ying Arng, de quien me dieron noticias más bien ambiguas sobre su vida y su muerte. Respecto a esto último, alguien me dijo que murió de cáncer pero alguien más que murió asesinado. Dice el libro Martial Arts of the World: An Encyclopedia of History and Innovation (Artes Marciales del Mundo: Una Enciclopedia de Historia e Innovación): “Lee moved to Guatemala in the 1970s, where he is said to have been murdered. At any rate, details have never been made public –a sad fate for such a knowledgeable martial artista and fine individual”. Traducido libremente: “Lee se movió a Guatemala en los años setenta, donde se dice que fue asesinado. Como sea, los detalles nunca se han hecho públicos –un triste destino para tan erudito artista marcial y gran individuo”. No me resulta improbable que lo hayan matado, como mataron hace unos días a Facundo Cabral. Lee Ying Arng era presumiblemente uno de los mejores maestros del mundo. Hay videos y libros clásicos del Tai Chi vinculados a su persona. Siendo la información sobre su estancia en Guatemala tan contradictoria y poco sistemática, está claro que su figura demanda un reportaje por derecho propio. Ying Arng dejó algunos alumnos, tales como Antonio Arroyave.
Cuando le pregunté al maestro José María Jo sobre el origen del Tai Chi en Guatemala, me manifestó: “No se si antes de yo ya existía. Que yo sepa no.” Aunque en otro momento de la conversación me mencionó el nombre de otro practicante que estaba desde el principio, de nombre Guillermo Lou.
Hoy en día hay muchos maestros. Buscando en Internet, surgen múltiples nombres: Chi–Kin Tong, Luis Duarte, Sergio Lou, Augusto López Rincón, Fernando Ramírez…
Imposible entrevistarlos a todos, pero me pareció relevante visitar a algunos, por ejemplo, a Tong Chi–Kin (Tong es el apellido, pero en Hong Kong, su lugar de procedencia, se pone el apellido primero). Chi–Kin Tong me va contando cosas (cosas como por ejemplo que ha sido campeón internacional de Kung Fu) en la sede de su escuela: la Escuela Continental de Tai Chi, que queda en un local de la Plaza Apolo –justo antes del columpio de la zona 15, y muy cerca del Campo Marte. El maestro Tong está casado con una china guatemalteca (nunca me quedó claro si era más china que guatemalteca o al revés); es muy abierto y afable, y dinámico. Se levanta; va a traer un álbum, una tarjeta de presentación, un artículo, me hace preguntas. Procede a explicarme la filosofía del yin y el yang. Me explica que su Escuela Continental de Tai Chi es original de Canadá. Que tiene alumnos en África, Europa, Australia, Japón… Me insta a que le lance un puñetazo; cuando lo hago, lo desvía con un movimiento, después me da un golpecito seco en la coronilla. Luego me sugiere que el Tai Chi no es solamente para defensa personal. “También para familia”. Y para lidiar con las mujeres: “Como las chapinas… señoritas muy fuertes en Guatemala.” Me aclara que él enseña el estilo original de Tai Chi. “Yo enseñar Español de España”, utiliza el símil. Dejo al señor Tong jugando ping pong con otro chino, que ha ingresado al local a la mitad de la entrevista.
También fui a entrevistar a Jose María Jo. Al lado de Café León (octava calle y novena avenida), subiendo por unas escaleras, allí tiene su gimnasio. No hice cita alguna, y me topo con que el gimnasio está cerrado. Decido ir a buscarlo a su tienda, llamada Asia, muy cerca del mercado central. En donde lo encuentro. Me da la mano, mansamente. Según me explica, su padre nació en La Antigua; es de familia china, pero nació en Guatemala. Le pido su opinión sobre el tai chi chuan en Guatemala. “Hay mucho”, dice con una risita discreta; “hay mucho pero dudo que todo sea genuino”. Aunque añade: “Todos tienen derecho de enseñar.” El maestro enseña en estilo yang y en estilo chen. El maestro Jo ha venido cultivando el tai chi chuan desde hace 45 años.
Hasta donde yo sé, la única maestra que enseña Tai Chi en Guatemala es Magaly Canessa. Para Magaly, “el tai chi es un pasaporte de vida”. Canessa recibió en un principio instrucción del maestro Jo. Al año de estar con él, la nombró instructora: “Se lo agradezco eternamente, porque él me abrió las puertas a dar clases.” Luego habría de ampliar su educación en España con Peter Yang, sabio taoísta, sacerdote católico, doctor, alópata, taichíista. El día de hoy Magalí tiene su propia academia: Tai Chi Zen. Ha ganado en campeonatos internacionales.
Otro instructor que me llamó la atención –guatemalteco, aunque de momento vive en los Estados Unidos– es Luis Duarte. Duarte tiene experiencia con múltiples estilos de Tai Chi: “Me he dado cuenta que cada uno tiene su propia belleza y sabor”. Actualmente, Duarte trabaja con personas de todas las edades: desde personas de tres años –así su propio hijo– hasta personas de cien, en sillas de ruedas. Personas con todo su potencial físico y mental intacto, y personas con derrame cerebral, artritis, cáncer, entre otros.
El instructor más joven de Tai Chi en el medio es posiblemente Emilio Eva Arévalo. Luego de recibir enseñanzas de Tai Chi en Guatemala, Eva Arévalo aprendió mandarín, y viajó a China. En el 2005, emprendió un trayecto por las montañas de la provincia de Hu Bei, para llegar al templo de Wudang. Allí conoció a su maestro, Huang Chen Po. En el 2008 volvió a la China, para seguir aprendiendo, y al final de su estudio, fue iniciado en la Secta de Chang San Feng, recibiendo un nuevo nombre: Zi Xuan. Emilio regresó a Guatemala con la misión impuesta por su maestro de difundir el estudio de las artes marciales, y fundó la Academia Zi Xuan en la Ciudad de Guatemala.
Ya hablamos de algunos maestros de Tai Chi en Guatemala. ¿Qué podemos decir de los alumnos de Tai Chi? Los hay ocasionales y esporádicos, así como lo hay comprometidos y perseverantes. Me lo dice Luis Duarte: “Así como hay maestros buenos y no tan buenos, hay alumnos con disciplina y otros que solo ven el Tai Chi como un momento de recreación y relajamiento. El Tai Chi es para todos pero no todos son para el Tai Chi...”
Y es que en realidad la complejidad y sutileza del Tai Chi lo hace diacrónico por naturaleza; es algo que se aprende a lo largo del tiempo, de los años, de las décadas. Es una razón por la cual las clases en Europa son semestrales. Más difícil aquí pedirle esa continuidad a los estudiantes: “Si yo hubiera hecho eso, no tendría alumnos”, me declara Magaly. El maestro Tong me habla de un tipo de alumno que recibe clases tres meses y luego se va, pero también de otro tipo de alumno que ya se ha quedado con él años y años. En este sentido, el maestro Jo me señala que ha tenido algunos alumnos a su lado desde más de diez, quince, y veinte años.
El interés por el Tai Chi está creciendo, en parte a iniciativas como la de la Municipalidad de Guatemala que ha facilitado espacios de práctica del mismo. Por demás, muchas personas de distintos backgrounds y edades se acercan a esta disciplina oriental. Así por ejemplo, muchos adultos mayores han visto en el Tai Chi un poderoso recurso de bienestar.
En términos generales, podemos hablar de un ambiente más receptivo para el Tai Chi. Se encuentra en definitiva expansión, aunque el panorama aún está muy atomizado. No existe una historia unificada a la mano, ni visiblemente nadie realmente interesado en vincular todas las instancias y personas que la componen de un modo serio y público, así como de establecer las líneas de sucesión, y de multiplicar formalmente las demostraciones y campeonatos. La discreción, que es uno de los rasgos más bellos del Tai Chi, podría no obstante ser una virtud desaconsejable en cuanto a la difusión del mismo. Y Guatemala ciertamente necesita mucho Tai Chi. Como dice el maestro Tong: “Tai Chi muy bueno para país como Guatemala: mucha violencia en Guatemala”. La hora ha llegado de sanar la energía nacional.
Tai Chi entre todos
Si bien el Tai Chi es una disciplina personal, también es una disciplina colectiva. En la China grandes concentraciones de personas se unen para practicarlo, reafirmando así su carácter gregario.
Magaly Canessa, de la escuela Tai Chi Zen, afirma: “Es como un círculo de energía. El que está a tu lado está compartiendo tu energía. No es lo mismo hacer tai chi en tu casa que hacerlo con cinco personas”.
En Guatemala se puede practicar el Tai Chi en centros, academias y gimnasios destinados a ello. A menudo, en estos espacios, el Tai Chi comparte con otras disciplinas, como el karate o el yoga. También se dan clases privadas –es el caso del maestro Chi–Kin Tong, que además tiene su Escuela Continental de Tai Chi. En el caso del maestro José Maria Jo, da clases en su gimnasio y en la Colonia China. Afuera de la ciudad, encontraremos puntos de práctica como la Academia Zi Xuan, en Antigua, de Emilio Eva Arévalo.
También hay simpatizantes del Tai Chi que practican al aire libre, así por ejemplo en el conocido paseo Pasos y Pedales. Donde se junten dos personas o más a practicar Tai Chi, el Tao se hará presente.
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