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HAL llora


Las decisiones surgen, pero no desde un centro unificado de control llamado “Maurice”.  

Tiempo atrás leí –el libro se llamaba Psicoterapia y salud en Oriente/Occidente–algo que me dejó bien atenazado.

Decía allí: “El llamado «libre albedrío»no es más que una identificación ex post factocon procesos que ocurren «por sí solos»”.

Comprendí que la mente vive bajo un hechizo –el libro ya mencionado lo llama “sugestión posthipnótica de segundo grado”– por medio del cual asume que está generando campos de decisiones discretas por su propia cuenta. Posee el suficiente poder narrativo y holográfico como para crear –crear y creer– un relato émico de libertad individual.

Ese relato heroico confirma su propia existencia como algo más sustancial que un efecto espectral en la red de cooperaciones neurales.

Lo cuál es bastante conmovedor. No hay líneas más tristes que aquellas pronunciadas por el replicante al final de Blade Runner,o el computador HAL en Odisea 2001,ante la inminencia de su propia muerte, la muerte no siendo otra cosa que el colapso de la sensación de autoexistencia.

Tampoco es que yo sea determinista. No niego la libertad, es simplemente que esa libertad nunca será mía ni de alguien. Hay ímpetu, hay expresión, hay voluntad operando. ¿Pero en qué medida puedo llamarla propia?

Un problema básico de derechos de autor. La mente no está haciendo la música, ¡y sin embargo está pasando el sombrero! Coloniza y privatiza el universo de la voluntad con la misma arrogancia irresponsable con la cual el astronauta planta una bandera más bien idiota en una luna que no es de nadie.


(Columna publicada el 28 de junio de 2012.)

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