La tierra es buena porque acoge
a las criaturas musgosas,
las que nadie más atiende.
Buena porque no es avara,
porque ahoga el grito de los asfixiados,
recibe a tantos muertos,
tolera cada día la quemante luz del sol.
La tierra es buena
porque mientras allá arriba
todos intercambian erráticas formas sutiles,
ella es adusta y rectora,
nos da estabilidad y un horizonte.
La tierra no es translúcida,
pero tampoco trémula,
y admite el olvido como estrategia,
y en ella podemos enterrar
los puñales nuestros
que ya no son sino la sangre.
La tierra es buena porque es durable,
y porque en la noche recibe a los demonios.
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