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La momia

Cada año que pasa, me vuelvo más aburrido y más feliz. Es una felicidad tan masiva… tan electrificante como que me dispararan con una pistola tase en el centro del pecho. Pero lo curioso es que por fuera no me muevo. No socializo. Parezco momia.

Eso por fuera. Por dentro me la estoy pasando excesivamente bien. ¿Cómo una momia puede sentir vibraciones tan… contundentes? La momia lo mira todo. 100,000 enzimas de atención fagocitando la realidad fenoménica. Un yogui urbano. Juntando innumerables horas de vuelo. Un buen piloto. 

Una de las frases más importantes en mi vida, la aprendí de Pascal: “Todos los problemas del ser humano derivan de su incapacidad de sentarse solos en una habitación”. Hay que ver lo que la gente invierte en hacerse una vida social. De vinito en vinito se van poniendo verdes. Y cada vez entienden menos. 

Königsberg se deprimía de ver a Kant tan preciso, tan ajeno a toda orgía. Pero era todo una impostura, naturalmente, pues por dentro el filósofo se cargaba un desmadre mental… era un espectáculo de monster truck. Y lo que estaba aplastando con sus enormes ideas era el “sueño dogmático”.

Es imposible hacer nada que valga la pena sin un poco de soledad creativa. No estoy hablando de quemar puentes ni de construir eremitorios en forma de pirámides. Es más bien lo que Krishnamurti llamaba “aloneness”, que no tiene pues nada que ver con hacer de grinch ni retirarse del mundo. No quiere decir ausentarse en un sentido literal. Tampoco es desconfianza paranoide ni melancolía malsana ni cajas de fluoxetina en año nuevo. Sino una manera de independizarse de los infinitos programas sociales circundantes. De no caer en el jueguito de la complacencia. Muchas cosas me siguen gustando de Krishnamurti, y una de ellas es que no sentía obligación alguna de sonreír. No estaba jugando a la pequeña princesita iluminada. 

Oh las pequeñas princesas: terminan de bulímicas en el sanatorio de turno. Y los que preceptivamente son catalogados como “el alma de la fiesta” llevan por dentro un sarcófago interior. Ellos son las auténticas momias, aún siendo tan parlantes. Si tan sólo se callaran un segundo.


(Columna publicada el 30 de diciembre de 2010 en Buscando a Syd.)

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