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El fuego místico

El fuego místico es visto con entera desconfianza por los viejos cultos religiosos, que venden lava muerta a las masas ignorantes. 

       
Esto de la lava muerta no es imagen propia, sino del monje benedictino David Steindl–Rast. Él afirma, y afirma bien, que las religiones nacieron del misticisimo, comparando el proceso al de un volcán cuando vomita lava. Pero luego ocurre que la lava baja y se enfría. Y lo que en un principio era fuego termina siendo un montón de rocas sin vida. 
       
Por mi parte, yo añadiría que son estas mismas rocas las que se han empleado para golpear, a lo largo de muchos siglos, y con una inquina cainita, a todo aquel que ha buscado el fuego místico (Bruno en cuenta).
       
Ni hace falta decir que la doxa cientificista–materialista también tiene sus propias rocas. Y las tiene el posmopluralismo, que desconfía de cualquier cosa vagamente religiosa, porque ya siente que le oprime algo. 
       
Lo usual, por cierto, es que se formule una alianza cultural entre los pluralistas y los escepticons, contra los devotos conservadores, que, obstinados y decadentes como son, se rehúsan a liberalizar y democratizar la experiencia divina y permitir que evolucione, como ya lo ha señalado hasta la náusea el tata Wilber. Son verdadermaente como gárgolas congeladas en su cornisa. 
       
A pesar de tanta oposición programática, son tiempos geniales para la espiritualidad. Hay un lujoso renacimiento de lo sagrado y lo trascendente, atizado por el internet y las hipercomunicaciones, y toda clase de conocimientos y resonancias andan circulando por ahí. 
       
Yo quiero ser parte de este intercambio también. No para aportar más cháchara rectora, o “letra que mata”, como diría el apóstol. Antes bien, mi aspiración es que el lector pueda encontrar en estos posts un gramo de poesía espiritual. 

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