Es la tradición del aire y el fuego, el agua y la
carne.
Tenemos miedo pero ahí donde hay miedo hay poder.
Y cantan las piedras, al ruido sagrado de los
tambores.
Triscamos y bebemos, debajo de la luna, entre la
fiebre.
Hay un sentimiento pagano de poder, de don y de
magia.
Qué alegría ser ritual. Ser círculo. Qué alegría,
ser athame.
Qué alegría ser joya danzante de la tierra, a la
medianoche.
Qué alegría ser resina, pan compartido para la Diosa
Madre.
Ellos pensarán que estamos locas, y que perdimos la
cabeza.
Ellos nos prefieren prudentes, seguras, humildes y
apolíticas,
engañadas, perdonantes, blancas, silenciosas y
heterosexuales,
no ricas de vida, no visionarias ni eróticas, no
sanas y diversas.
Resulta que sus mandamientos, sus aperos, sus altas
jerarquías,
sus nociones de progreso, sus poderes, sus economías
y valores,
sus imágenes culturales, no tienen ningún dominio
sobre nosotras,
las Desnudas, Alegres, las Formadoras, las nocturnas
Comadronas.
Hemos sido sembradas por lo inmanente, para así
invocar el futuro.
Después de todo, somos brujas. Los cuervos beben de
nuestra mano.
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