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María Magdalena


Estamos hablando de la otra, de la negada; de María Magdalena. A María Magdalena, codiciable hermana, fecunda, ubérrima, traemos en homenaje una habitación de cálices. Diosa tardía, hemos venido a lavar tus pies, cuando la noche. El Hombre, mismo que te acusara de sucia, y te convirtiera en polvo ante los siglos, construyóse un mundo de úlceras, en donde el agua se deshoja entre las sangres. Gusanos, copas podridas, alianzas rotas, ubres atormentadas, es el saldo de estos necios habitantes. Madre nuestra, necesitamos, y lo que necesitamos es tu presencia. Solo tú, que viste a Jesús por dentro, y diste leche amplia a sus labios entrecortados, que llenaste su jícara con tus fluidos pulimentados, que le mostraste el camino de veras vertiginoso, que presenciaste el éxtasis de su crucifixión, y lo ascendiste diluido hasta los cielos, podrás restablecer la Paz, podrás restablecer el Pez.

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