Si supieran ustedes lo que le debo a este hombre,
lo que este bello calvo de gafas ha suscitado en mi
cerebro
y los preciosos estados intelectuales que ha
sembrado en mí.
Fue él quien me explicó todas los mundos que hay en
el mundo,
contra los decretantes dogmáticos que solo ven una
sola esquina.
Las cosas no tienen por qué ser meramente subjetivas
u objetivas.
Las cosas no tienen por qué ser solo individuales o
apenas colectivas.
Dios está del lado de los inteligentes, o por lo
menos del lado de Wilber.
Será acaso porque en toda esa inteligencia cerébrica
hay un resto de piedad.
¿Desde qué extrañísimo planeta lo enviaron, a este
Veedor, y con qué viáticos?
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