Fuimos al Père Lachaise, no a ver la tumba de Jim o de Oscar, sino la
tumba de ese gran mago, Papus. Y nos costó tantísimo encontrarla (era como si
no quisiera ser encontrada) hasta que por fin pudimos dar con ella. Una
cuestión de presentarle nuestro respetos al famoso médico, ocultista y teúrgo.
Yo había leído en éxtasis libros suyos tales como el Traité Élémentaire
d´Occultisme, o su Traité Méthodique de Magie Pratique, que son obras masivas,
científicas, luminosas. Por cierto que la tumba estaba muy cerca de una cubeta
de huesos, todo lo cual por supuesto nos pareció propicio.
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