La Meca me vio nacer.
Me llaman el Profeta y fui un Comerciante.
Antes de mí, fueron Abraham y Moisés y Jesús.
No recibí alabanzas de mi padre; fui huérfano.
La muerte de mi madre me dio alguna enseñanza.
Conocí los rigores desolados de las caravanas,
y la belleza de un camello ante el sol poniente.
Me casé con una viuda y muchas otras mujeres.
En la trémula luz, recibí del arcángel sustancias y
revelaciones.
Sobre hueso y piel y costilla y otros cuerpos
similares,
fueron plasmadas, por los escribas, las azoras.
Prediqué. Me siguieron los veraces y esos que
carecen de palacios.
Fui odiado y perseguido, y tras de mí vinieron
muchos desórdenes.
Pero las tribus fueron unificadas.
Y aunque los califas pelearan mi legado,
Alá el Altísimo prevalece sobre todos ellos.
Me queda la gratitud de que, en un porvenir,
un niño contemplará los diagramas ensortijados,
en la majestuosa mezquita, y se postrará ante el
Clemente.
Si muero en este desierto, moriré en un jardín.
Si muero en este desierto, moriré en un jardín.
Comments
Post a Comment