El espíritu, la realidad está constituida por dos regiones: la región de la inconsciencia y la región de la consciencia.
¿Por qué existen estas dos regiones del espíritu, una inconsciente y otra consciente?
Todo comenzó con un olvido.
Digamos que la realidad olvidó su rostro original y eso creó la región de la inconsciencia, la amnesia, la ignorancia.
Y luego se recordó a sí mismo y eso creo la región de la consciencia, el reconocimiento y la sabiduría.
En un principio, estaba la nada, el cero.
Pero el cero se tomó por algo, es decir se tomó por el uno, y ahí empezó la caída.
Seguidamente el uno se hizo consciente de sí mismo, y al hacerse consciente de sí mismo pasó a ser dos, olvidando que era uno.
Entonces las dos partes del dos, femenina y masculina, copularon, y dieron a luz la manifestación: el universo manifestado: la sustancia: el gran todo con sus diez mil cosas.
Y así el gran todo nació en completa ignorancia de su dos, de su uno y de su cero.
Las cosas y los entes no son más que cristalizaciones o condensaciones o reificaciones o congelamientos de la nada, pero lo ignoran, lo olvidaron.
Como vemos, el trayecto de la nada al todo es un trayecto de creciente olvido, inconsciencia y oscuridad.
Pero luego hay un trayecto inverso, un contratrayecto, de creciente luz, consciencia y recuerdo.
El universo es reclamado por su naturaleza original, la de no ser.
Por tanto genera la consciencia, el ser consciente, el ser que se da cuenta del otro.
Esa misma consciencia, puesta hacia dentro, lleva al universo de regreso a sí mismo.
La consciencia se enfoca en sí misma, y en el acto sujeto y objeto se funden en uno.
El uno, siendo el principio de la identidad.
Pero la realidad, en su nivel más fundamental, carece de identidad.
Ni siquiera posee la identidad de la no identidad.
Ni siquiera posee ese rasgo primario.
Entre más se hace consciencia el ser de sí mismo, más se hace consciente que no es.
Es inevitable.
Encuentra su nada, encuentra su cero, lo que precede toda identidad, y que precede el cero mismo.
Y se abisma ahí.
Podríamos decir que la función de la región del olvido es opacar, crear oscuridad, impureza.
Y la función de la región de la consciencia es aclarar, crear luz, conocimiento.
Por tanto, son regiones antagónicas.
Lo interesante es que ambas regiones se necesitan mutuamente.
Para empezar sin olvido no habría manifestación.
Sin oscuridad no existiríamos nosotros, que somos criaturas oscuras, opacas, opacamientos.
Se dice que el olvido es degradación e impureza, pero hay otra manera de verlo: el olvido es creación.
Por otro lado, sin el recuerdo, o salvación, nos perderíamos en la manifestación, estaríamos atrapados en ella como en una pesadilla gnóstica, en un infierno sin fin, sin posibilidad de descongelarnos, de desreificarnos.
Por tanto el olvido–descenso como el recuerdo–ascenso suscriben un acto de amor.
Es por amor que el ser olvida y es por amor que el ser recuerda.
Aclaremos que tanto olvido como reminiscencia son dos estados del ser.
Ambas regiones–estados son igual de vastas, infinitas y sin medida.
Podrían ser representadas como dos figuras inversamente iguales y simétricas.
Como dos árboles que nacen de una misma tierra, uno hacia abajo y uno hacia arriba, uno negro y el otro blanco.
Ambos árboles tienen hojas, ramas y tronco.
Lo cual es una manera gráfica de decir que ambos árboles poseen los tres aspectos del espíritu.
Ambos árboles poseen el aspecto del ser, que es la plenitud y el vacío.
Ambas árboles poseen el aspecto de la sintiencia, que es la intemporalidad y la eternidad.
Ambas árboles poseen el aspecto de la sustancia, que es el universo y el individuo.
Lo cual quiere decir que:
Hay una sustancia inconsciente y una sustancia consciente.
Hay una sintiencia inconsciente y una sintiencia consciente.
Hay un ser inconsciente y un ser consciente.
Sería un error asociar lo trascendente a la inconsciencia y lo inmanente a la consciencia, pues que hay una trascendencia consciente de igual manera que hay inmanencia inconsciente.
En realidad no es que haya dos seres, maniqueamente, ocupando dos espacios distintos, o peleándose por un mismo espacio.
Se trata de un mismo ser, uno en ignorancia y otro en recolección, uno en confusión y el otro en sabiduría.
Es la misma base, el mismo mandala.
Otra cosa a decir es que el movimiento descendente como el movimiento ascendente se dan órganicamente, es una pulsación natural y circular, de la nada a algo y de algo a la nada.
Por un lado hay una curiosidad natural del ser que lo lleva a explorar la manifestación, la otredad.
Y luego el ser manifestado busca su liberación, empujado por la fuerza sagrada y despierta de la kundalini.
Cuando el mundo se unifica con la nada, sin dejar de ser todo, se vuelve no dual.
Es lo que se llama despertar.
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