En los
universos giratorios del samsara,
con sus
infinitas dosis de miseria,
hay un centro
incalificable,
Tenzin
Gyatso.
Avalokiteshvara
extiende su panteón de mil brazos
hacia los
rencorosos seres, los adictos seres,
los
anestesiados, que hacen banquetes de vísceras
debajo de las
vanas vallas, las publicitarias.
El Dalai Lama
convierte lo endurecido en una lágrima.
En esa lágrima hay una Tierra Pura.
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