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San Agustín


existen insomnios así en donde la pesadilla y la lucidez son ya lo mismo y de afuera hasta esta cama tan inútil llegan los rumores malvas y paranoicos de la noche el insomniador el que no tiene rostro me tiene agarrado del cuello que alguien me salve que alguien me quite sus manos de silencio tendría que existir un botón una forma descifrable de salida un modo reconocible de entrar de una vez por todas a la gran siesta sin complicaciones ni epitafios sin ramas de pastillas o navajas solo un botón que desconecte este cerebro que tiene un tigre encerrado ahí dentro una fría brújula desquiciada un botón para extraerse de este panteón sin fin de incesantes escombros otro insomnio mientras empuño una lengua con la mano izquierda y pido piedad con la derecha desespera otro náufrago bajo sábanas de vidrio arriba y abajo y a los lados los vecinos se han suicidado bestialmente y de sus llagas salen gorgojos combativos que se me meten en la boca amarilla como un eco de aceite y cuando estoy en lo más profundo de este lago seco cuando empiezo a acostumbrarme a esta derrota a esta semilla infinita de desaliento una frase viene de no sé qué rincones de la memoria una frase enigmática y salvífica y es de San Agustín: ama y haz lo que quieras

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