Óyeme, Cristo,
amor, dime algo tierno al oído.
Dame tu coro
de células, tu utensilio.
Te
ofrezco
este material
completo de sufrimiento,
esta
simulación de vida, penetra este fuego con tu sombra.
Óyeme,
Cristo, amor, no seas dócil,
no tengas
consideración por las ingles de esta angustia.
Pon en
derredor la mano, clandestinamente.
Ven, impío,
extrae de mí las vísceras,
ven a rozar
mis enucleaciones.
Seamos la
cochambre,
y cuando todo
esté consumado
salgamos
juntos
al
balcón
a contemplar
los buses interinos, para llorar
por aquellos
choferes que muertos los conducen.
Comments
Post a Comment