en el
crepúsculo.
Ojalá que los
coyotes vengan
a buscar su
cuerpo
(su cuerpo,
sus nervios, sus hemisferios cerebrales)
y lo lleven
nuevamente al lugar del salto,
del hiato
magnífico.
Gracias
maestro
por darnos la
técnica excéntrica
del infinito.
Por hacernos
entender
que la sed
existe,
y que ante la
misma hay que ser,
hay que ser
impecable.
Tus tácticas,
tus mentiras,
ya las
conocemos: no nos asombran.
Nos siguen
asombrando
las
frases
desérticas
con que nos
guiaste en el desierto.
Y es en el desierto donde caminamos,
entre
vértebras de brujas
muertas.
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