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Más acá


El bodhisattva, que ha hecho un voto de sacar a todos los seres del sumidero samsárico, ofrece cercanía. El Buda en cambio nos parece abstracto, impersonal. Sin embargo, en la intención del bodhisattva de acercarse a todos los seres hay presupuesta una distancia entre lo iluminado y lo no iluminado. Mientras que, a un nivel búdico, cualquier diferencia o distancia entre lo iluminado y lo no iluminado cesa.

  

Es cierto que la actividad e influencia de bodhisattva, por darse en la esfera de lo personal–inmanente, ofrece intimidad, incluso resonancia profunda.

 

El Buda en cambio parece un sol que alumbra desde una lejanía inasible.

 

Muy distinta es la luz del bodhisattva, que es totalmente deliberada y teledirigida, y busca encontrarte de un modo íntimo: te acaricia con su tibia compasión. Sin embargo en el enfoque o encuadre del bodhisattva hay una cierta limitación: se acerca porque te cree lejos. 

 

El Buda por su lado no requiere acercarse porque sabe que no hay separación o dualidad. No mira otro a quien salvar, porque lo único que mira un Buda es Buda. Nosotros podemos creer que el Buda está lejos, pero a lo mejor está demasiado cerca. En rigor, el Buda está más allá de la cercanía y de la lejanía. O más acá, si así lo prefieren. 

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