Sin la trascendencia inmanente quedaríamos atrapados en la trascendencia pura, de espaldas al mundo.
Por supuesto, regresar a lo inmanente no es necesariamente fácil.
Si transicionar de la trascendencia pura a la trascendencia descendente es difícil es porque nos sentimos muy tibios y cómodos en lo último y en la nada, lejos de la fricción cósmica.
Sin embargo, el regreso, siendo parte de la narrativa divina, es necesaria e inevitable.
Podemos quedarnos mucho tiempo en la esfera trascendente superior, eventualmente vamos a tener que volver.
Solo así nos podremos convertir en budas hechos y derechos.
Sin el regreso, no hay budeidad posible.
Un buda es un ser espiritual que mora en un nirvana muy superior al nirvana de la singularidad trascendente.
No es un mero arhat.
Es solo si uno ensambla bien la no dualidad y la lleva a las últimas consecuencias –es decir realiza la suprema no dualidad, que es sobre todo la no dualidad entre la dualidad y la trascendencia– entonces esta misma no dualidad te llevará a la iluminación madura.
Sin embargo, y como ya se dijo, es una transición difícil, y a veces uno está entre dos tierras, como quien dice.
La peor posición, simplemente porque uno simplemente no puede funcionar con dos sistemas operativos distintos, sin que se den toda clase de problemas.
Es un momento simplemente hay que resolver pasar a la próximo, audazmente.
Confiemos en lo próximo, porque lo próximo es lo más alto.
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