Ahora vamos a hablar de una práctica tibetana que se practica al morir.
La práctica se llama phowa, y es una de las llamadas seis doctrinas de Naropa.
Se trata de una práctica muy prevalente en el budismo tibetano.
En corto es una práctica de muerte consciente.
La muerte consciente no debería estar reservada nomás para personas altamente realizadas.
No todos seremos grandes maestros en el arte de la muerte –no todos seremos grandes artistas del morir– pero podemos procurar igual expirar con cierto grado de consciencia.
Generalmente se entiende en el mundo budista –y en otros mundos por igual– que el momento de la muerte es uno muy especial, en términos de nuestro destino espiritual.
Gracias a la práctica del phowa podemos ya sea alcanzar la iluminación en su modo más irrevocable; establecernos en una tierra pura (una tierra pura es un lugar en donde las condiciones para practicar el darma son excesivamente propicias); o al menos renacer en forma humana y en condiciones sumamente auspiciosas.
El phowa es una práctica que podemos hacer por nosotros mismos, o podemos hacer por alguien más, una vez ha muerto.
También podemos ayudar a otro a que la haga cuando esté muriendo.
Generalmente cuando hablamos del phowa hablamos de lo que se llama nirmanakaya phowa.
Este es el phowa de los practicantes menos dotados, y sin embargo no por ello es una práctica sencilla. Al contrario, demanda mucho compromiso y habilidad. Toma muchos retiros especializados y mucha práctica domar–dominar el phowa.
La idea de practicar el phowa antes de morir es que en la hora de la muerte la práctica pueda darse fluidamente y sin problemas.
Dicho esto, tampoco es una práctica que se puede hacer mucho, o mal, porque acorta la vida.
Por tanto, si estamos practicándola en un retiro, queremos hacerla de un modo muy seguro.
Es una practica que puede ponerse bastante sofisticada, pero en esencia lo que se busca es eyeccionar la consciencia por la corona de la cabeza, la apertura de Brahma.
De hecho, a los practicantes de phowa les brota un gota de sangre justo ahí, lo cual se considera un signo de realización.
Dicen que otro signo de que uno ya abrió su corona–umbral es que pueden introducir una hoja de hierba en nuestra corona, que se pone suave suave, como la de un bebé.
La idea como sea es que nuestra consciencia no salga por los agujeros inferiores, en cuenta el ano. Eso daría un mal renacimiento.
Un buen renacimiento sería renacer, como ya dijimos, en una tierra pura, y por tanto nos enfocamos en ello, generalmente la llamada tierra pura de Dewachen, aunque hay otras, cada una con su deidad o buda tutelar.
El phowa es una práctica que, en la hora de la muerte, se puede hacer solo o con la ayuda de alguien, un maestro o un amigo de la sangha.
Cuando la respiración está a punto de desaparecer, ahí aplicamos el phowa.
Hay dos posturas para hacerlo: sentado, al modo de los yoguis; o en la postura del león dormido, misma que utilizara el Buda al final de su vida, y que tiene su particular logística (en esta postura la consciencia sale a través del orificio de la nariz izquierda).
Si el phowa causa a la persona moribunda ansiedad, lo mejor es que esta simplemente practique el dejar ir y el dejar venir. O se establezca en un estado simple de amor y apertura. Si hacer el phowa representa un problema, entonces no tiene caso hacerla: su efecto será totalmente contraproducente.
Hemos hablado del nirmanakaya phowa, pero hay otros phowas.
Está el samboghakaya phowa, por caso, en donde nos autoemanamos como un cuerpo radiante, una deidad radiante. Es el phowa de los semirealizados.
Y luego está el dharmakaya phowa, el más alto de todos. Aquí no hay nada que pueda ser transferido; no hay ningún lugar a donde transferirlo; no hay en suma transferencia.
Es el phowa de los realizados.
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