Quizá a estas alturas convenga introducir una distinción entre dos términos provenientes del zen: kensho y satori.
Kensho, puesto simple, es ver o vislumbrar el despertar, mientras que satori es la singularidad propiamente del despertar.
En el kensho nuestro pequeño ego tiene acceso a una identidad mayor e incluso a lo que está más allá de toda identidad, pero inevitablemente vuelve a la posición egoica.
El kensho no es poco, pero una cosa es ver y otra muy distinta es ser.
Ser es lo que aquí estamos llamando satori. Es el auténtico despertar, con todas las de la ley.
Este satori es irrevocable. Una vez lo adquirimos ya no podemos volver a nuestra posición anterior, aunque tratemos.
Y por supuesto, no trataremos.
Sin embargo no quiere decir que no ha de ser estabilizado o integrado o naturalizado.
Hay quien dice que el satori solo es el principio de un proceso espiritual.
Es decir: la espiritualidad no empieza realmente hasta que uno obtiene el satori.
Esa clase de aseveración puede resultar escandalosa para quien cree que el satori es el punto final de la espiritualidad.
En HALO mantenemos una posición intermedia: el satori no es ni el principio ni el final del proceso espiritual.
Sin embargo sí es un evento definitivo/nuclear.
A veces la gente toma el kensho, que solo es la vanguardia o avanzada del satori, por el satori mismo.
Claramente es un error. No hay que tomar el kensho por el satori, como de hecho no hay que tomar la mera comprensión intelectual por el kensho.
La comprensión intelectual o conceptual del despertar es incluso más incipiente que el kensho. Y sin embargo cuántas personas toman este despertar conceptual por el kensho, ¡incluso por el satori!
Una cosa es entender el despertar, otra es ver el despertar, otra es ser el despertar.
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