La iluminación no necesita iluminarse.
La iluminación no es para la iluminación.
La base iluminada ya está iluminada.
La base iluminada ya es y ya está en perfecta comunicación consigo misma.
La iluminación, y el sendero de la iluminación, es para la persona limitada.
Desde luego, la persona es en esencia ser amoroso, pero eso la persona lo ignora.
La persona es un ser que se sueña limitado y que por lo mismo ama limitadamente.
Es como si el gran ser hubiera olvidado que es el gran ser y se hubiera tomado por un ser pequeño, por un ego.
Como si el gran ser hubiese olvidado momentáneamente su naturaleza y su expresión real.
Así pues, el sendero está ahí para sacar a la persona, al pequeño ser, al ego, de su contracción.
En este contexto la espiritualidad es la forma en que el ego recobra su ser y amor originales.
La forma en que el pequeño ser que somos recuerda que es el ser total.
En realidad es el gran ser el que recobra su rostro, desde el ego.
Técnicamente es el ser total el que despierta del trance de ser solo un ser pequeño.
Sin embargo, el ser pequeño no es descartado.
Por el contrario, es rehabitado desde la totalidad.
En ese momento, el ego, el pequeño ser, se realiza como ego iluminado, o lo que yo llamo ego fénix.
Este ego iluminado, este ego fénix, es un instrumento de la iluminación, para iluminar otros egos.
Porque después de todo no estamos hablando de una iluminación privada.
No seamos tan idiotas como para creer que esta iluminación es meramente para nosotros.
De hecho, eso es imposible, dado que no hay iluminación contenida y autocentrada.
Toda iluminación es iluminante y expresiva por naturaleza.
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