Nos metemos a esto para trascender el sufrimiento.
Cuando el ser se desconecta de sí mismo, surge la contracción, surge la separación, surge la claustrofobia, y surge la vulnerabilidad y el sufrimiento.
Salir del sufrimiento, salir del infierno, es la motivación original que nos hace buscar el espíritu.
Por supuesto, otra narrativa, más afirmativa, nos dice que el sendero espiritual nace como una forma de hacernos uno con el esplendor del ser.
Aquí la motivación no es salir del infierno, sino alcanzar el paraíso, la unidad perdida, fundirse con lo bello, lo bueno y lo verdadero.
El movimiento surge de una especie de asombro o admiración sagrada.
En resumen, el sendero espiritual surge como un impulso de trascender una condición sufriente y limitada, por un lado, pero luego como una manera de dar homenaje al ser.
En realidad, ambas motivaciones se complementan, y al final son una sola: adoramos al ser para salir de nuestra condición limitada, y trascendemos nuestra condición limitada para poder amar absolutamente el ser.
Para amar más tenemos que ser más, y para ser más tenemos que amar mejor.
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