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¿Cómo cambiamos?



Podemos cambiar básicamente de tres maneras: por acción, por asociación o por verdad.

 

 

Cambio por verdad

 

Cambio por verdad es cambio por insight. Entendemos algo y ese entendimiento transforma nuestro ser. En este caso el cambio tiene un origen cognitivo. Por supuesto, hace falta que el conocimiento o la creencia introducida sea verdaderamente correcta, es decir correctamente verdadera. 

 

El punto es que no podremos cambiar si hay ignorancia, si no sabemos cambiar.  Y menos si hay ignorancia o negación respecto a la necesidad de cambio. 

 

Por otra parte, es pírrico creer que el cambio se limita a saber que hay que cambiar.   

              

Saber no solo no basta, a veces estorba. Lo que quiero decir es que nuestros marcos de entendimiento limitan nuestra capacidad de cambio. De hecho hay en el no saber una posibilidad insospechada de cambio. El misterio es benigno para el cambio. 

 

 

Cambio por asociación

 

Así como cambiamos cuando adquirimos un insight, también cambiamos cuando conectamos con otros, especialmente con otros que son distintos. Si esos otros además valoran el cambio, la posibilidad de cambio se multiplica. En efecto, es más difícil cambiar si la cultura y el ambiente que nos rodean no encarnan y no apoyan el cambio, y en particular el cambio que pretendemos lograr. Y si no hay, a secas, cultura de cambio. Sea como sea, la idea es que cambiamos por asociación, influencia o ósmosis. Esto está incluso inscrito en nuestra biología y en nuestra neurobiología, por ejemplo en las llamadas células espejo. 

 

El enemigo del cambio por asociación es el aislamiento. Si nos insularizamos de otros (y de hecho si nos insularizamos de nosotros mismos) simplemente no va a haber inspiración, razón, reconocimiento, ni presión de cambio. 

 

Abrámonos al otro. Eso sí, sin alienarnos. La trampa es la alienación, que está por doquier. Uno pensaría que es cosa solo de conservadores, que lo quieren todo igual, uniforme y troquelado, que gustan de repetir patrones. Mecanismos ensombrados de alienación los encontraremos por igual en grupos y vectores progresistas o procambio como en agendas y colectivos conservadores. 

 

Lo mejor en este caso es el retiro o la soledad creativa, que nos permitirá salir de esta mismidad cósmica, y entrar en un espacio de descubrimiento, lejos de los patrones y de los algoritmos, para poder individuarnos, tener un encuentro con nuestro yo diferenciado y auténtico, ese yo que es velado por el entorno, la cultura y el sistema.  

 

 

Cambio por acción

 

Es el cambio que surge porque hay movimiento, energía y circulación. Este tipo de cambio tiene una naturaleza volitiva y conductual.  

 

El cambio evidentemente demanda que accionemos. Sin acción el cambio no es tal. No podemos quedarnos como esos judíos de La Vida de Bryan, conspirando contra los romanos, pero sin nunca concretar nada. 

 

Un problema obvio sería la acción compulsiva. Pienso en personas que cambian compulsivamente, y nunca digieren los cambios ni les dan oportunidad de asentarse. Son los junkies del cambio, siempre buscando su fix transformacional. En realidad usan el cambio como evasión, y paradójicamente como forma de no cambiar auténticamente. 

 

Esto implica que a veces se cambia no cambiando. Hablo de la acción negativa. Si el cambio es lo que ocurre cuando introducimos la diferencia, aquí lo diferente que estamos introduciendo es la abstinencia del cambio y de la acción. La abstinencia de la acción, o la no acción, es un poderoso concepto, muy prevalente en ciertas filosofías orientales. Así como es importante un vector de avance penetrante, es importante un hondo espacio de receptividad. Se trata en todo caso de crear un equilibrio entre ambas energías. El punto es que dejar ir es tan importante como instigar el cambio. Hay que perseguir ese cambio pero no asfixiarlo. Darle espacio para que pueda surgir y manifestarse. Y luego trabajar en el cambio es importante pero hay que dejar ir los resultados. A veces incluso la mejor forma de cambiar es aceptar que las cosas no cambian. Decir esto es tabú a veces, pero es cierto como lo más cierto. 

 

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