El universo es nada, comparado con el ser.
Aunque juntásemos todos los universos pasados, presentes y futuros, seguirían siendo nada, comparados con el ser.
Y sin embargo, comparado con este chirajo, este pequeño yo, el universo es inconmesurable.
Y está despierto…
No es un reloj sin vida, como lo planteaban aquellos físicos mecanicistas, un gran espacio gélido y muerto.
Por el contrario: es un espacio sintiente, que interactua y responde...
Si el universo está así de vivo, si está consciente, entonces podemos comunicar con él.
Y podemos de él aprender toda clase de cosas.
Pero es que además esta entidad no es aparte de nosotros.
Nosotros somos el universo.
No una minúscula ola del universo, sino el océano todo, la matriz universal.
Por un momento permitámonos ser este buen y bravo universo.
¿Qué se siente ser el universo?
Desde esta formidable posición, puedo tomar consciencia del pequeño yo, y extenderle mi vasta y maternal ternura cósmica.
A la vez, siendo el universo, puedo tomar consciencia del ser que me hizo nacer… y puedo ante ese ser postrarme.
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