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En términos generales, se podría decir que buscar respuestas a nuestros problemas culturales en libros que fueron escritos hace milenios es como querer ponerle ruedas de piedra a un automóvil.
Es cierto que hay sabiduría perenne en las llamadas escrituras sagradas. Pero eso no quiere decir que todo lo que allí se presenta sea efectivamente sabiduría perenne.
La espiritualidad está en permanente evolución, y las revelaciones han de ser leídas a la luz de nuestros días y de lo que viene adelante en el camino.
Entendamos que esos libros fueron escritos en un tiempo y en un espacio y un estado de consciencia específicos: nos corresponde penetrar su sentido interior y profundo más allá de toda obsolescencia cultural, y ponerlo al servicio de la experiencia presente.
Además se trata de que nuevas revelaciones emerjan, no para defenestrar las otras, y lo que tienen de clásicas o intemporales, sino para crear una expresión espiritual dinámica y viva.
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