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El síndrome de la kundalini


A veces, con el despertar de la kundalini viene lo que se llama el síndrome de la kundalini. Me gustaría hablar un tanto de ello. 

 

 

¿Qué es el síndrome de la kundalini? 

 

El síndrome de la kundalini es una expresión utilizada para referirse a las inestabilidades energéticas asociadas al despertar de la kundalini. 

 

Una inestabilidad energética, entendamos, es una alteración sensible de nuestro sistema de energías, por ejemplo de nuestra energía etérica.

 

Claramente, no es solo la energía etérica la que puede verse aquí afectada. El espectro energético todo –desde lo más somático hasta lo más poroso y etéreo– puede alterarse por el fenómeno técnico de la kundalini. Digamos que en todas las fases de manifestación de la kundalini –sea la fase del despertar, del ascender e incluso del coronar de la kundalini– hay muchas y muy variadas perturbaciones que pueden darse, y esas perturbaciones son agrupadas en un término sombrilla llamado el síndrome de la kundalini. 

 

El síndrome de la kundalini incluso se ha venido utilizando para señalar cualquier desorganización de cualquier orden asociada a la espiritualidad. Cualquier desarreglo que advenga con un entendimiento, práctica o experiencia espiritual es llamado "síndrome de la kundalini". Este es el criterio más general, vago y expansivo.

 

A veces estos fenómenos pueden surgir incluso en un contexto no particularmente espiritual. Por ejemplo, un efecto lunar puede perfectamente originar el síndrome de la kundalini. Un accidente puede originar el síndrome de la kundalini. Incluso salir a comprar el pan puede originar el síndrome de la kundalini. 

 

Por supuesto, no es que todas esas cosas no sean espirituales. Nada de la manifestación es ajeno al espíritu. Y nada ajeno a la kundalini, que es la voluntad erótica del espíritu en lo manifiesto. Uno podría afirmar que los desequilibrios causados por una enfermedad crónica, por dar un ejemplo cualquiera, no están vinculados al tránsito erótico de Shakti a Shiva (y de Shiva a Shakti). Pero por otro lado, podría argumentarse que todo lo que ocurre en el universo está contribuyendo o descontribuyendo de un modo u otro a la activación o expansión de la kundalini, y guarda con ella relación. 

 

 

Una emergencia espiritual

 

El síndrome de la kundalini puede verse como una desviación pero también puede verse como algo natural. 

 

El síndrome de la kundalini no es necesariamente patológico o problemático. Es problemático si no sabemos qué está pasando y si no sabemos cómo tratarlo. A lo mejor pues el problema no es tanto el síndrome de la kundalini, sino la forma deficiente como lo gestionamos, debido, en la mayor parte de casos, a la ignorancia. 

 

Si utilizo la palabra desequilibrio para describir el síndrome de la kundalini no es necesariamente desde una acepción peyorativa.  Un desequilibrio puede ser sano o patológico. Si es sano nos abre a mayores grados de coherencia. Si es tóxico produce bloqueos, enfermedades, regresiones. Problemas.  

 

Por otra parte no vamos a negar que el síndrome de la kundalini entra a menudo en esa categoría de lo que se ha venido llamando emergencias espirituales. Así como hay crisis o emergencias físicas o psicológicas, también las hay espirituales, o de origen y naturaleza espiritual. 

 

En rigor, todas las emergencias, físicas y psicológicas, son espirituales, puesto que el cuerpo y la mente son también espiritu. Todo depende de cómo utilicemos el término espiritual. A menudo sin embargo se usa la palabra emergencia espiritual para describir un problema que no es de ir al médico o al psicólogo, sino que demanda otra clase de intervención. 

 

Hay un peligro si una emergencia espiritual es tratada como una emergencia física o psicológica o psiquiátrica. El psiquiatra por caso nos prescribe fármacos o nos recluye, y a la larga nos arruina, por no entender esto ni cómo curarlo.  

 

No es que el síndrome de la kundalini no tenga que ver con el cuerpo grosero o mental, ojo. Pasa que no se puede tratar como un problema meramente físico o mental, disociado de una etiología de otro orden. Sobre todo en el ambiente del reduccionismo materialista occidental, que mira realmente muy poco del espectro del ser. Su espectro es muy corto y no es capaz de ver segmentos específicos del mismo (no solo en los extremos, sino incluso dentro del espectro que sí reconoce). 

 

Por dar ejemplo no sabe realmente trabajar con el cuerpo pránico ni sabe cómo lidiar con el imbalance del chi. 

               

        

Los síntomas del síndrome de la kundalini

  

La kundalini puede afectar lo físico, lo energético, lo emocional, lo mental y lo espiritual. El desbalance ocasionado por la intensidad de la kundalini se manifiesta en uno, varios o todos los planos a la vez. 

 

El fuego de este incendio toca todos los cuerpos, de hecho una función de la kundalini es reorganizarlos. Lo cual trae un gran rango de síntomas. Hablaré de alguno, pero hay muchos más.

 

A nivel físico, extrema sensibilidad a sensaciones y percepciones físicas. También se  manifiestan temblores, movimientos violentos, esas torsiones involuntarias conocidas como kriyas. El rol de estos movimientos espontáneos es dislocar la exomusculatura que se ha rigidificado en el cuerpo, como una identidad muerta. A tales torsiones, que por cierto pueden llegar a ser muy descontroladas, y quizá frikeantes para un ojo externo, le asiste un gran calor que se forma durante la meditación –el calor yóguico– cuyo objetivo es derretir y fluidificar bloqueos o impasses en el flujo energético, así como quemar karmas celulares. Lo percibo a veces como una quimioterapia o radiación natural. Con frecuencia, el síndrome de la kundalini trae insomnios, fatigas crónicas, dolores, por ejemplo de cabeza, neurastenias y desbalances nerviosos. Incluso surgimientos físicos de manchas o protuberancias. Siempre pienso en UG Krishnamurti, que cuando pasó por lo que él mismo llama su “calamidad”, mostró signos corpóreos muy peculiares: por ejemplo la piel se le puso suave, como la de un bebé, y se le hincharon los lugares correspondientes a los chakras. 

 

Durante un síndrome de kundalini, uno puede sentir una gran energía sexual, que puede fácilmente descontrolarse. En mi caso a veces siento como un orgasmo continuo, lo cual suena bonito, pero es en realidad después de un tiempo insoportable. Generalmente el área del chakra raíz y la próstata me pulsan constantemente. También he sentido molestias en los centros energéticos, notablemente en el chakra del corazón. En general una kundalini desbocada puede causar toda suerte de trastornos en los sistemas sutiles. A veces hasta los chamusca. Yo insisto en la importancia de tener un contenedor energético sano y sólido. La idea es que toda nuestra fisiología sutil, con sus bindus, nadis, canales sutiles, chakras, halos y tan tiens, esté en buen estado, para que pueda, entre otras cosas, sostener el tránsito de la kundalini, que es una energía que puede puede ponerse intensa. La Kundalini es como Kali, en ese sentido.     

 

Emocionalmente, uno puede sentir extrema sensibilidad. Por ejemplo tristeza o  irritabilidad exageradas. A veces pasa que se nos sella la garganta, o por el contrario no podemos dejar de hablar. A veces no hablamos sino regurgitamos sonidos, algunos mutantes, como hablar “en lenguas”.  

 

En el plano mental, uno siente que pierde la cabeza. Es fácil caer en alguna clase de crisis nerviosa. Abundan las proliferaciones mentales, los delirios, las paranoias. Una nube densa de energía mental negativa. La psicosis está a la vuelta de la esquina. Ya en una zona más sutil, el síndrome de la kundalini nos puede abrir a una gusanera de fenómenos paranormales y encuentros desagradables con entidades… desagradables. 

 

Pero lo más aterrador es que te puede establecer en una sensación de vacío (en el mal sentido de la palabra). Viene con una suerte de divorcio de la vida, en donde incluso repudiamos aquellas cosas que son para nosotros sagradas, incluyendo el dharma o el maestro. 

                      

Queda claro que muchos de estos síntomas, y tantos otros, son increíblemente vulnerabilizadores. La cosa se puede poner muy dramática y muy caótica. Me parece que Jack Kornfield nos habla del rollercoaster, de la montaña rusa, de la kundalini, y es justamente eso: algo muy vehemente, en donde pasamos de una situación a otra situación vertiginosamente, sin ninguna agencialidad o sensación de control. 

 

 

La meditación y el síndrome de la kundalini 

 

El síndrome de la kundalini no está solo reservada para los practicantes espirituales, pero es obvio que ellos constituyen un demográfico jugoso. 

 

Si tenemos un síndrome de la kundalini es obligado explorar cómo nuestras prácticas están originando o exacerbando esta condición. A veces las hacemos directamente mal, o de un modo que no es propicio para nuestra particular naturaleza. A lo mejor las condiciones no son las adecuadas. O puede ser que no estamos lo suficientemente listos o lo suficientemente limpios para ellas, eso puede tener un backlash. 

 

La práctica espiritual en general, sea cual sea, hay que saberlo, es un lugar en donde muchas cosas pueden salir mal, y a veces no es que salgan mal, simplemente invocan ciertos ardores inevitables. 

 

Es sabido que la meditación puede detonar toda clase de irregularidades. Por ejemplo uno se puede enfermar de meditación, de sobremeditar o de meditar mal. Es una maladie que recibe varias nombres: mal del meditador, la enfermedad zen… En el budismo tibetano siempre hablan del lung. Lung quiere decir viento. Entonces se trata de un desorden de los vientos sutiles. A mí ya me ha pasado y no es precisamente bonito. Uno se siente envenenado. Pasa mucho en los retiros intensos. Pero también pasa en la práctica diaria, especialmente si uno está combinando toda la meditación con patrones malsanos, como trabajar en exceso, etcétera. 

                     

Esto de la enfermedad zen es algo que le pasa mucho a los meditadores hardcore. Un ejemplo proverbial es el caso de Hakuin, un importantísimo monje zen, a quien le dio una especie de crisis nerviosa a raíz de sus masivos esfuerzos meditativos. Un eremita taoísta le enseñó una respiración y visualización en donde imaginaba mantequilla derretida entrar por su corona y deslizarse por su cuerpo, y eso le ayudó con esos síntomas. 

                     

 

Algunas recomendaciones

 

Muchas de las soluciones para la enfermedad del meditador y el síndrome de la kundalini son de hecho las mismas. Aquí listo algunas:

 

Evitar estimulantes, y en general excesos. Enfocarse en la actividad física, no mental. Hacer ejercicio, sin abusar. Caminar es recomendable. Hacer jardinería. Salir a la naturaleza. Tener contacto con los elementos. Poner los pies desnudos sobre la madre tierra. Tomar baños calientes. A mí me funciona comer cosas pesadas, gravitacionales, “hearty food”. 

 

Los tratamientos alternativos a veces parecen una buena idea, pero no siempre y no necesariamente. Es de hacerlos con prudencia e informadamente. Si alguien te está haciendo reiki sin saber de tu condición o cómo lidiar con ella, por caso, te puede exacerbar los síntomas. Si algo aprendí por otro lado del chi kung es a nunca dejar la energía en la cabeza. Es importante, aparte de circularla, bajar la energía y almacenarla en el tan tien inferior. Incluso, anclar la energía en la tierra. Una práctica típica de raíces es recomendable. En general uno siempre tiene que hacer alguna práctica energética para bajar a la tierra, tenga o no problemas energéticos. Se hace para no tenerlos, justamente.

 

Como ya dijimos, hay un peligro en buscar ayuda con alguien que no comprenda estos fenómenos. En un medio secular o ajeno a la fenomenología espiritual difícilmente van a entender lo que te está pasando. Un psiquiatra te va prescribir fármacos y filear de pastillas (por supuesto, no se vale disfrazar de síndrome de kundalini un problema químico o mental, y mucho menos un bypassing espiritual). Estar en un ambiente, cultura, que sepa de estos fenómenos y nos ayude a gestionarlos no es una pendeja idea. Por ejemplo un ashram, un centro meditacional serio. Son espacios adecuados, por lo menos teóricamente, para tener aperturas significativas en condiciones, por así decirlo, controladas. 

 

Lo más inteligente que se puede hacer es informarse. Hay un montón de info en la web, y libros al respecto como Spiritual emergency, editado por Stan y Christina Grof. 

 

Y bajarle al gravitas espiritual. Salir a comer una pizza o al cine a ver una comedia entretenida. Yo a algunas personas les recomiendo que no se pongan agresivos con ciertas prácticas espirituales. En particular las prácticas respiratorias, pránicas y yóguicas.  Mejor minimizarlas, y si es necesario, eliminarlas. Algunos yogas ayudan, pero no todos. Algunas respiraciones ayudan, pero no todas. Algunas meditaciones ayudan, pero no todas. Cualquier ejercicio espiritual, sea cual sea, solo ayuda si la persona sabe qué está haciendo y si lo hace bien –ya sea la persona que está sufriendo el síndrome o la persona que la está ayudando–. A veces lo recomendable es incluso dejar de meditar completamente por un tiempo, por un buen tiempo, o para siempre. Lo peor que podemos hacer es, en cualquier caso, manipular, exacerbar o inflamar más la kundalini. Con la kundalini ya activa lo mejor es relajarse. Tratar de controlar la poderosa energía de la kundalini es peligroso. No estorbemos. Dejemos que nos purifique en sus términos. 

 

 

Pedir ayuda

 

Sería muy extraño que un practicante espiritual no pasara por aunque sea alguna clase de desbalance de esta naturaleza durante su viaje espiritual. Algunos de esos imbalances, lejos de disminuir, se perpetúan y agigantan en el tiempo. 

 

Por tanto es importante saber cuándo buscar ayuda, pues a veces la cosa se puede poner delicada. Podemos recurrir a un maestro con experiencia o un experto en estos asuntos. Hay centros y espacios que se dedican a resolver estos problemas. Lugares como el Patanjali Kundalini Yoga–Care o el Kundalini Research Network.

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