Cuando el espacio de la consciencia se hace consciente de sí mismo, se transforma en espacio radiante. El espacio infinito estalla en claridad.
Eso quiere decir que se llena y satura de su propia luz, que no es más que la luz incondicional del ser. Luz aquí no quiere decir luminosidad fenoménica o fotónica: luz aquí quiere decir lucidez. Nos referimos a la cualidad despierta, cognoscente y efulgente del ser. Sintiencia y reconocimiento de la sintiencia. Claro: cabría preguntarse si no hay una relación directa entre la lucidez y la luz fenomenológica. La luz esencial del ser se tornaría eventualmente luz elemental.
En este contexto, sin embargo, luz quiere decir cognitividad. No la cognitividad de la mente, que es ya una cognitividad degradada, sino cognitividad esencial. Tan esencial que no está contaminada por el significado o pensamiento de la mente regular. El pensamiento es luz mental inferior. Pero aquí hablamos de una luz tan sutil que la misma mente no puede captarla. Un pensamiento es algo muy ruidoso y comparado con esta luz silenciosa y sin forma es algo prácticamente abyecto.
Lo bueno es que cualquier pensamiento que toque este resplandor es incinerado en el acto. La verdad del espacio radiante sobrelumbra la mentira y confusión de la mente limitada.
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