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El buscador espiritual


Hablemos pues del buscador espiritual. 

 

En el mejor sentido, se puede decir que el buscador es el ser que se busca a sí mismo. 

              

En un sentido acaso más dualista, se trata simplemente de la persona que, habiendo olvidado que es el espíritu, está buscando al espíritu. 

               

Hay un momento cuando el buscador espiritual se hace realmente tangible y es cuando genera una identidad egoica en torno a la propia búsqueda espiritual. 

 

Entonces queda atrapada en ella. 

 

Hasta el punto de ser dependiente o adicto de la misma. 

 

Y no es hasta que adviene la fase del encuentro que esa identidad es relegada, al menos parcialmente.

 

Para mientras, el buscador espiritual hace todo lo que está en sus manos por sostener dicha identidad.  

 

Por ejemplo, se mantiene en lugares donde hay otros buscadores espirituales, que confirman su propia identidad de buscador espiritual. 

        

Una cosa que podemos decir del buscador espiritual es que tiene eso de anfibio: por un lado está clavado al samsara y por el otro desea extraerse de ahí. 

 

La ironía es que ese mismo deseo contribuye a mantenerlo en semejante estado samsárico.  

 

En tal sentido es que el deseo del buscador espiritual puede ser la trampa más peligrosa del samsara, la más sutil. 

 

Sin embargo, no hay modo de evitarla. 

 

Al buscador solo le queda "usar la espina para remover la espina".

 

Habiendo dicho lo anterior, el buscador espiritual se encuentra de otra parte en una posición priviligiada, liminal, para que dar el Salto. 

 

Realmente, el buscador es una pieza importante, en las dinámicas de la iluminación. 

 

Muchas veces se habla mal del buscador, pero realmente el buscador es una voz, un impulso importante, para la trascendencia.  

 

Si no fuera por el buscador espiritual quedaríamos eternamente perdidos en el fango de lo mundano.

 

Además, el buscador espiritual nos mantiene a distancia de la quietud o conformismo o complacencia espiritual.

 

El buscador está para recordarnos que si no buscamos no va a pasar nada. 

 

Quien diga lo contrario es un charlatán; o tiene una perspectiva espiritual inmadura o incompleta.

 

Definitivamente hay que buscar y sobre todo no abandonar la búsqueda prematuramente. 

 

Dan ganas. Buscar no es fácil.

 

En ese sentido, no puede uno dejar de tener una cierta compasión por el buscador espiritual, que no solo tiene que hacerse cargo de su vida mundana, ya de sí compleja y áspera, además tiene que hacerse cargo de todos los aspectos, a veces tan pesados y burocráticos, de la búsqueda espiritual. 

 

Juntar y mantener las condiciones apropiadas para esa búsqueda no es evidente. 

 

Incluso cuando las consigue, siempre están a un paso de desaparecer, así de frágiles son.  

 

Hay que tener en mente que estas condiciones no serán siempre tan auspiciosas, que las oportunidades de seguir la exploración pueden desaparecer en cualquier momento, debido a la necesidad de sobrevivencia, la calamidad o la muerte. 

 

Por tanto, son condiciones preciosas. 

 

El buscador consciente jamás debe darlas por descontadas. 

 

Esas condiciones son las que llevan al buscador a un nuevo grado de evolución. 


Si su búsqueda es sana, esto es. 

 

En toda búsqueda sana hay creatividad, asombro, entrega.

 

Por supuesto, no siempre la búsqueda es así de ingrávida y etérea. 

 

Así como hay un buscador sano también hay un buscador neurótico. 

 

El buscador neurótico es alguien que siempre está agitado. 

 

La sombra del buscador espiritual es la compulsión espiritual. 

 

Siempre quiere un nuevo libro, un nuevo podcast, un nuevo insight.      

     

Siempre otra sadhana, otro ritual. 

 

Siempre un mejor resultado.          

 

Y lo que encuentra es toda vez insuficiente. 

 

Una forma de mitigar esta continua irritación es a través del contentamiento y la gratitud.  

 

Quisiera subrayar que el problema no es ser un buscador espiritual como tal, sino eternizarse en esa identidad. 

 

Hay personas que nunca abandonan dicha identidad, y por tanto no avanzan espiritualmente, nunca encuentran, nunca se vuelven encontradores. 

 

Se mantienen flotando eternamente en el cosmos de la búsqueda. 

 

En cierto modo, les conviene que eso que están buscando –el espíritu– sea aparentemente tan misterioso, abstracto e inasible, y usan todo ese misterio para seguir buscando y buscando.  

 

Así como hay personas que no quieren dejar de sufrir y por tanto nunca pasan al bienestar, hay buscadores que no quieren encontrar, y por tanto nunca pasan al encuentro.

 

O pasan demasiado tarde. 

 

(En esto de la espiritualidad es importante que las cosas se den en buen tiempo.)

 

Agrego que los buscadores eternos están atrapados en la búsqueda ya sea porque no saben, no quieren o no pueden salir de la búsqueda, o una combinación de estas.  

 

También es cierto que muchos de estos buscadores buscan, pero en el fondo no esperan nada. 

 

En el fondo no creen que van a encontrar la iluminación. 

 

Lo cual no ha de extrañarnos: la corrección espiritual dicta que la iluminación es algo prácticamente inalcanzable. 

 

O solo alcanzable en una vaga vida futura, después de incontables procesos.

 

O alcanzable en esta vida, sí, pero solo por unos poquísimos privilegiados, entre los cuales el propio buscador no parece jamás encontrarse.  

 

Es la clase de definición mitológica y excluyente que el statu quo y la clase religiosa utiliza básicamente para explotar al buscador y mantenerle en la fila. 

 

Una definición sensata, incluyente y no mitológica de la iluminación nos habla de ella como algo factible en esta vida. 

 

Por supuesto, hay grados de iluminación, algunos muy menores y otros a todas luces superdotados. 

 

No todos podemos ser un gran santo, un gran sabio. 

 

Pero eso no quiere decir que no podamos alcanzar un cierto grado de iluminación. 

 

El encuentro es posible. 

 

El encuentro es posible y el mejor buscador es el que encuentra.

 

Claro, hay encuentros relativos y luego está el encuentro definitivo: el Encuentro. 

 

Los encuentros relativos nos llevan a nuevas búsquedas.       

           

En ese sentido son encuentros parciales. 

 

En el encuentro absoluto ya no hay búsquedas posibles y si las hay no son más que búsquedas residuales o lúdicas. 

 

Estas búsquedas que quedan después del Encuentro ya no son la exigencia de una carencia sino la maduración y expresión de una plenitud. 

 

Después del encuentro absoluto, puede que el buscador espiritual siga o no buscando, pero si sigue buscando esa búsqueda solo está ahí para integrar, amplificar y ornamentar su encuentro, en vez de velarlo o aplazarlo. 

 

Se trata ya de una exploración iluminada. 

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