Nadie tiene que hacer un viaje al ser. Ya es.
Una forma de ponerlo es que el ser es pura intimidad, pura inmediatez.
No hay un lugar en donde el ser sea más cercano o más distante.
Incluso en el mundo manifestado puedo decir que algo está más cerca que otra cosa: física, afectiva, mentalmente.
Pero no puedo decir que el ser de algo está más cerca que el ser de otra cosa.
Y eso es porque en el ser no hay distancia.
A veces se dice que el ser está más cerca que la propia yugular.
Es una forma poética de ponerlo, nomás.
De análoga manera, cuando decimos que el ser es intimidad pura, es solo una concesión poética.
Porque decir intimidad ya es traicionar al ser, es colocarle en una relación imposible de cercanía y espacio, en una relación ya dual.
En una relación de dos seres, entre los cuales hay un hiato o brecha.
Incluso si no hay brecha, si los dos seres se están tocando, hay todavía una separación.
La cercanía no evade la separación.
El ser es la condición y posibilidad misma de cualquier encuentro, más que su cercanía.
Si nos gusta la palabra intimidad, es porque es una palabra tan relacional.
Y en efecto, el ser es lealtad pura, presencia incondicional, o simplemente amor puro, sin objeto.
El perfume de este amor es el gozo.
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