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La Vía de la Realidad

La Vía de la Realidad es la que nos permite trascender las identidades limitadas y penetrar en la realidad absoluta, en el misterio mismo del Ser.

 

Si nos atenemos a uno de los modelos indios de clasificación del yoga (entendido el yoga como la unión con el espíritu) podemos hablar de cuatro categorías. Está el raja yoga, que busca regular los flujos corpóreos e internos y crear estados solares de samadhi. Está el karma yoga o yoga de la acción o servicio. El bhakti yoga o yoga devocional. Y más allá está el jñana yoga, el yoga de la sabiduría, que es el yoga al cual yo me refiero cuando hablo de la Vía de la Realidad. El jñana yoga responde a una nomenclatura hindú pero realmente existe en todas las tradiciones espirituales, de una u otra forma. Estamos hablando de gnosis en el sentido místico de la palabra. En el contexto del budismo le llaman prajna. Nótese que no estamos hablando de una sabiduría ordinaria ni mucho menos. Es sabiduría trascendental. 

 

Al que ha realizado la Vía de la Realidad le llamamos sabio. Aquí sabio no quiere decir entendido en los caminos del mundo, es decir un sabio de lo relativo. Tampoco es un yogui en un sentido convencional (aunque por supuesto puede serlo, puede ser un yogui convencional y un yogui trascendente al mismo tiempo, y algunos lo son). Tampoco es lo que usualmente llamamos un santo, un ser virtuoso, y sin embargo no necesariamente un ser libre en el sentido radical del término. Un santo sería más bien un realizado de la Vía de la Relación o de la Plenitud.  Nuevamente, los hay a la vez santos y sabios, como es el caso del Dalai Lama, claramente. Yo creo que el sabio está incluso por  encima de los místicos, si entendemos al místico en su versión compacta, es decir el que solo ha alcanzado un insight en la naturaleza universal e incluso eterna de la realidad. Pero hay algo por más allá de la dicha cósmica y de la dicha eterna, algo ulterior e insondable. 

 

En el advaita vedanta se le llama al que se ha liberado por el medio del jñana yoga, un jñani. El siglo pasado nos dio casos ejemplares de jñanis, como Nisargadatta Maharaj, Ramana Maharshi, o el fantástico Khrisha Menon. El budismo, en todas sus vehículos, tiene innumerables ejemplos de sabios realizados (Tulku Urgyen viene automáticamente a la mente). Por supuesto, esto no es exclusivo de Oriente. En todas las tradiciones hay místicos de esta naturaleza que supieron dar con la realidad absoluta. Por ejemplo en el cristianismo está el introcable Meister Echkart. 

 

¿Cómo accesamos la sabiduría primordial? Aquí es crucial la indicación esencial. La indicación esencial sirve para guiarnos a la naturaleza última de la realidad. Generalmente viene y proviene de un guía o maestro calificado. Desde un punto de vista, el punto de vista gradualista, se puede decir que la indicación esencial es solo el comienzo de la Vía de la Realidad. Una vez el estudiante o buscador capta el significado de la indicación esencial, le corresponde investigarlo, meditarlo y contemplarlo de su lado, para que se vuelva firme y factual. Si hace todo eso con seriedad y compromiso, eventualmente se va a liberar completamente de su posición samsárica. Desde otro punto de vista, el instantáneo,  decir eso es falso, puesto que lo que realmente nos indica la indicación esencial es que ya somos libres. Por tanto esta perspectiva es en sí misma liberadora, si ha sido bien comprendida. Por supuesto, uno nunca la comprende bien del todo a la primera. Entonces a lo mejor es un asunto de unir lo gradual y lo instantáneo, en una lógica “siendo mientras llegando”.  

 

 

La Práctica de la Realidad

 

Una vez hemos recibido la indicación de la realidad última, se da un trabajo de familiarización o estabilización en esta realidad. Ello demanda del aspirante que desarrolle un poder concentrativo, por un lado; un poder de investigación, por el otro; y la unión de ambos poderes, por fin.  

 

El poder concentrativo es para tener una mente lo suficiente atenta para sostener los ejercicios contemplativos de investigación. Esto lo desarrollamos por la práctica del mindfulness y la concentración. 

 

Se precisa poder de investigación si queremos descubrir nuestro ser profundo. En el advaita se le llama atma vichara. En budismo –salvando las diferencias doctrinales, evidentemente– le llamaríamos vipassana, o visión plena, que es una suerte de percepción especial sobre la naturaleza de la realidad. Y aquí quiero aclarar dos cosas: una es que hay distintos grados de vipassana, unos más profundos que otros; otra es que no todo lo que llaman vipassana allá afuera es vipassana. Mucho de lo que se llama allá afuera vipassana es, de hecho, meditación estabilizadora, o shamatha, disfrazada de vipassana. La vipassana suele tener un aspecto conceptual y un aspecto no conceptual. Es necesaria cierta conceptualidad; un contexto, para nuestros ejercicios contemplativos. Pero sin el insight místico directo, toda esa conceptualidad es sin duda inútil.

 

Cuando la concentración y la investigación se unen, la práctica del Camino de la Realidad se vuelve muy solida. La idea al final es que moremos en la indagación e indaguemos en el morar todo el tiempo, de forma natural. Sin embargo, antes de mezclar ambas modalidades, hay que aprenderlas y practicarlas por separado. 

 

 

Relación en libertad

 

Al investigar correctamente la realidad, llegaremos a una experiencia de trascendencia o libertad. 

 

La Vía de la Relación es hermosa pero por sí sola no puede liberarnos. Tal no es su función. Su función es que podamos desarrollarnos plenamente, en el vínculo y el contenido. La Vía de la Realidad, por su parte, no se ocupa de vínculos ni de contenidos. Si se relaciona con ellos es solo para superarlos o para detectar en ellos su libertad inherente. Es un enfoque completamente distinto.   

 

Distinto, pero desde luego complementario. El conocimiento de la Vía de la Realidad da al amor de la Vía de la Relación todo el espacio que necesita para poder expandirse. Y correlativamente, el amor ortorga inspiración y fuego a nuestra proyecto de trascendencia. 

 

Relación en libertad: tal parece ser pues la fórmula.