Hay dos senderos espirituales: el camino del amor y el camino de la libertad, o en los términos de HALO, de la Relación y la Realidad. Ambos buscan extraerse del ego confinado, pero lo hacen por medios muy distintos. Por supuesto, siempre existirán quienes digan que un sendero es superior a otro, pero eso simplemente no es cierto. ¿Para qué oponerlos, por demás, cuando podemos integrarlos, en lo que denomino el Sendero de la Realeza? Si no intermezclamos los dos senderos corremos el riesgo de caer en una especie de separación, división o bipolaridad espiritual, en donde trascendencia y comunión no solo no comunican, ni muy siquiera se advierten.
El Sendero de la Relación
Pero veamos cada sendero en más detalle.
El Sendero de la Relación funciona en base a una suerte de expansión del ego. No estamos hablando de tomar nuestro ego maltrecho e hincharlo artificialmente hasta proporciones cósmicas, sino de efectivamente desarrollarlo significativamente. En la medida en que avanzamos en el sendero relacional nuestro ser se va volviendo cada vez más competente, más desinteresado, más sináptico, más amplio.
La manera en que desarrollamos el ego es por medio de la relación radical. Este sendero nos invita a extender radicalmente nuestro contexto relacional, adquiriendo así más y más grados de ser e interser, lo cual multiplica nuestras perspectivas y alteridades, y eso acrecienta nuestra capacidad de amar al otro, que se nos presenta como algo precioso y sagrado.
Para mí un santo es alguien quien vive la experiencia del mundo en completa sacralidad: alguien que ha llevado la conversación con la totalidad hasta las últimas consecuencias. Si nos enfocamos en el modelo estrictamente relacional y lo llevamos a las últimas consecuencias nos convertiremos, pues, en santos.
El Sendero de la Realidad
En el Sendero de la Realidad se da, no una expansión del ego, sino una aniquilación del ego, aniquilación que también podemos llamar despertar trascendente.
Esto se hace por medio de la desidentificación radical, que nos permite accesar el vacío luminoso de lo real. El Sendero de la Realidad nos enseña a aceptar las cosas como son, porque, siendo luminosas y vacías, son fundamentalmente perfectas.
Si llevamos el modelo trascendente a las últimas consecuencias nos convertiremos en jnanis, en sabios. El sabio espiritual es un ser que ha trascendido este reino y despertado profundamente a lo inasible, a lo irreferenciable.
Cada sendero es el otro sendero
En última instancia cada sendero es circular y nos lleva a su contrasendero.
Siempre que amamos hasta las últimas consecuencias terminamos siendo libres en lo absoluto, puesto que nos disolvemos a través del amor. Si uno sigue el Sendero de la Relación hasta las últimas consecuencias, inevitablemente llegará a la realización del vacío.
De igual manera, cuando nos convertimos en nada nos convertimos en todo a la vez, y por tanto vivimos en resonancia profunda con toda la manifestación. Si uno lleva el Sendero de la Realidad hasta el fondo inevitablemente arribará a la plenitud mística.
Así pues, hay muerte en el amor y vínculo en el misterio. En última instancia, amor y vacío son lo mismo. O como dice Nisargadatta: «Cuando miro en mi interior y que veo que no soy nada, eso es sabiduría. Cuando miro hacia fuera y veo que lo soy todo, eso es amor. Entre ambos transcurre mi vida.»
De esa cuenta, el santo ha de transformarse, por vía del vínculo, en un sabio. Así como el sabio, se trasforma, por vía de la trascendencia, en un santo. La santidad desemboca irrevocablemente en la sabiduría y la sabiduría desemboca de un modo u otro en la santidad.
Mi convicción es que toda iluminación relacional deberá tarde o temprano actualizar su realidad, de igual manera que toda iluminación trascendental deberá actualizar su relación. Cada sendero está condenado a ser el otro sendero.
El espectro
Yo tiendo a ver el espectro espiritual como el espectro político, en donde tenemos la izquierda de un lado y la derecha de otro, y todos los registros intermedios del caso.
En el espectro espiritual tenemos de un lado la relación y del otro la trascendencia, y en medio, nuevamente, todas las gradaciones del caso.
En cierto modo, todas las coordenadas o iluminaciones forman parte del espectro relación–trascendencia, y por tanto poseen aunque sea un tanto de ambos elementos.
Al final, no es una cuestión de optar por la izquierda o la derecha o el centro o lo que sea, sino por todo a la vez.
Los senderos sí son distintos
Ahora bien, el espectro no niega la realidad de que en este mismo espectro hay dos polos completamente antagónicos: inmanencia y trascendencia.
No queremos negar la diferencia, individualidad o relevancia privada de estos polos, sino por el contrario mantener la dignidad y diferencia de cada uno de ellos.
La explicación del espectro espiritual es muy potente siempre y cuando no olvidemos que de hecho hay, no solo dos, sino incontables posiciones espirituales.
Y aunque es cierto que todas las posiciones forman parte de un mismo espectro, cada posición puede ser radicalmente distinta.
Nuestra vida espiritual tendrá un color muy distinto si nos ubicamos en esta coordenada o en aquella.
El Sendero de la Realeza
Aunque cada camino es siempre el otro camino, personalmente considero que es mejor y más seguro cultivar ambos caminos al mismo tiempo.
Nos estamos refiriendo a lo que en budismo tibetano se llama la unión de los medios y la sabiduría. Es el enfoque espiritual más completo. El verdadero Camino Medio.
Se trata de una suerte de metaespiritualidad que nos permite estar y ser, o amar y ser, al mismo tiempo, fomentando el encuentro o unión armoniosa del fondo eterno y la manifestación fértil, el aspecto Vacío y el aspecto Creativo de la divinidad, en un solo abrazo.
El pájaro de una sola ala
Si yo solo me ocupo de un tipo de espiritualidad, corro el riesgo de convertirme en un pájaro de una sola ala.
Y todo pájaro necesita de dos alas para volar.
Sin contar que, si usamos una sola ala, nuestra ala se ensombra.
La sombra del amor es el apego. La sombra de la libertad es la disociación.
El peligro de solo usar el Sendero de la Realidad es que me desentiendo del mundo. El peligro de solo usar el Sendero de la Relación es que quedo atrapado en él.
Una integración balanceada
Por supuesto, la integración de los senderos no es fácil y requiere un cierto sentido de balance.
La clave es no poner ningún aspecto por encima del otro. La manera de mantener el equilibrio es otorgándoles a ambas dimensiones igual atención.
Al principio esto se hará de manera sucesiva o alternante. Hay una especie de oscilación entre ambos polos. Este penduleo es natural. Como siempre vivo diciendo el equilibrio es siempre cambiante y dinámico, no estático. Si dejas de moverte, te caes.
Pensemos en un equilibrista o estraperlista. Cuando el estraperlista se va a la izquierda tiene que hacer más peso a la derecha con su enorme vara. Cuando está cayendo hacia la derecha tiene que inclinarse, en compensación, hacia la izquierda. Si no hace estos ajustes se hundirá en el abismo.
Para ponerlo en términos hiperprácticos, si notamos que estamos yendo demasiado hacia el lado de la participación, nos inclinamos al lado de la realidad. Y si notamos que estamos yendo demasiado al lado transcendental, nos inclinamos al lado del amor y la vida y la devoción conscientes.
Acabo de describir cómo se ilumina uno dinámicamente, moviéndose de un lado a otro, lo cual es muy parecido a andar en bicicleta, balanceándonos sucesivamente de la libertad al amor y del amor a la libertad, en un vaivén constante. Es solo manteniendo el penduleo como aseguramos el equilibrio.
Desde luego, no siempre es posible una integración equilibrada.
Al principio sobre todo la integración es torpe y tendrá un énfasis inevitable en un aspecto más que otro.
El equilibrio no siempre está en el centro
Quiero dejar claro que el equilibrio no siempre está en el centro.
No siempre la simetría es signo de una relación equilibrada.
De hecho, a veces ocurre que ese equilibrio simétrico termina siendo la peor forma de equilibrio posible.
Naturalezas y propensiones
Por otro lado, hay que tomar en consideración las naturalezas y propensiones del practicante espiritual.
Si tienes una propensión hacia la relación, entonces a lo mejor harías bien en poner cierto énfasis en la trascendencia.
Si tienes una propensión hacia la trascendencia, entonces, por el contrario, lo sabio es desarrollar más el vínculo.
En términos generales es sabio enfocarnos en un sendero exclusivo, como una forma de entrenamiento, para adquirir su maestría.
En una época de mi vida, en varias de hecho, yo me concentré por entero en la relación.
En otra época de mi vida puse toda mi atención en el aspecto trascendente para poder adquirir plenamente su fruto y toda su profundidad. Y entonces suspendí, provisionalmente, el camino relacional. Solo me quedé con lo relacionalmente básico, digamos.
Sin duda, hay momentos y circunstancias de la vida que demandan que nos inclinemos más de un lado que otro.
A veces tenemos que enfocarnos en nuestro trabajo, por ejemplo, de una manera muy concentrada, y hay menos lugar para derivas trascendentes.
A veces, sin embargo, es lo contrario: hay que soltarlo todo y liberarse.
Voy a dar un ejemplo. Si muere mi hijo, es posible que quiera inclinarme más bien del lado de la trascendencia por un momento, para salirme de la esfera del sufrimiento que esa muerte me ha provocado.
Si mi hijo enferma, en cambio, lo requerido será a lo mejor el sacrificio y la entrega incondicionales.
Aunque, por supuesto, siempre cabe la posibilidad de que si muere mi hijo lo necesario sea hundirme en el vínculo, y si enferma, que me sumerja en la trascendencia impersonal.
En realidad, no hay fórmulas o algoritmos simples. La unión del amor y la libertad es un arte sin duda.
La simultaneidad
Dicho lo anterior, al final la idea es que los dos senderos funcionen a la par, que tengamos una línea de amor y una línea de trascendencia simultáneamente operando.
Al practicar simultáneamente los dos senderos, dándoles igual atención a ambos al mismo tiempo, se empiezan a crear lazos naturales entre ambos.
En la medida en que los vamos integrando, estos dejan de antagonizarse y empiezan a complementarse y empoderarse mutuamente.
La idea es consolidar estos ejercicios de integración hasta que ambos senderos coincidan en uno solo de forma natural, en una suerte de coalescencia.
Entonces hay un flow constante que es a la vez transcendencia y compasión.
El principio de la iluminación
La iluminación es el principio que articula ambas espiritualidades, y producto de esta articulación surge una tercera espiritualidad, un tercer sendero, que yo llamo el Sendero de la Realeza.
La iluminación requiere que desarrollemos cada sendero por aparte, y desde esa diferencia los unifiquemos en un tercer desarrollo, que es un co–desarrollo.
A través del principio de la iluminación fundimos discernimiento y conexión en un solo sendero vivo e integrado y consumamos el viaje de la realización en todas sus fases y aspectos.
La iluminación más avanzada es la que conjunta el último nivel de plenitud con el último nivel de libertad, el último nivel de contacto con el último nivel de liberación.
Más que la suma de las partes
Cuando hablamos de unificar comunión y despertar trascendente no estamos hablando de una mera interzona en donde las dos esferas coinciden, sino de una tercera esfera peculiar, con su propia visión, su propio camino y su propio resultado inherente.
Yo antes pensaba que si practicaba libertad y amor de un modo combinado, el principio de la iluminación estaba cubierto.
Pero la iluminación es algo que tiene que ser cultivado por derecho propio.
Es algo más que la suma de sus partes.
Tiene su propia idiosincrasia, y eso quiere decir que hay que darle su propio espacio de cultivo.
Hay prácticas meditativas que nos pueden ayudar a generar el corazón iluminado.
Y, por supuesto, una de las formas más eficaces de cultivar la iluminación es entrar en el campo de poder de un maestro iluminado, un maestro realizado en la unificación de los dos senderos.
El iluminado
Si practicamos este modelo integrativo de un modo radical nos convertiremos nosotros mismos en iluminados.
El iluminado es el Santo–Sabio que unifica, en toda regla, y de modo deliberado, la comunión y el despertar.
En el Sendero de la Realeza la persona es retenida, pero es una persona que ha trascendido el universo personal.
Así pues, la realización que nos da la Iluminación no es propiamente personal ni exclusivamente transpersonal: yo a veces le llamo Budipersonal, lo cual es una categoría rara y contradictoria.
Un Buda es alguien que está ahí pero no está ahí. Es muy difícil entender cómo está un Buda en el mundo. Un Buda es el mundo y es nada.
A quienes llevan la Vía de la Realeza a sus últimas consecuencias les llamamos iluminados. Son libres de la existencia condicionada, pero a la vez todas sus competencias relacionales y sus capacidades de integrar más plenitud están plenamente desarrolladas y manifestadas.
Una cosa interesante del Iluminado es que su campo de resonancia ayuda a otros a generar en ellos mismos esa misma iluminación.
Paradojas mágicas
No es del todo posible entender el Sendero de la Realeza sino es por medio de la vía de la paradoja.
Como ya hemos dicho el Sendero de la Realeza o de la unión admite el carácter ilusorio del mundo, pero a la vez juega con el mismo.
Esta intersección de la relación y la realidad es lo que yo llamo magia, o contradicción creativa.
El sendero de la realeza nos lleva a un reino en donde las cosas son y no son, y eso nos permite hacer toda suerte de cosas interesantes y fluidas.
Cuando el meteorito de lo transpersonal puro cae en el territorio de las energías relacionales, nace la Zona. La he llamado así en homenaje a la película de Tarkovski, claro. La Zona es un lugar en donde la realidad se comporta de maneras mutantes, y por tanto es imposible hablar de ella de una forma determinada. Cuando el misterio y la forma se juntan conscientemente, toda clase de singularidades brotan.
En el Sendero de la Realeza nos seguimos expandiendo incesantemente, pero a la vez todo es contemplado como si fuera un sueño. Si lo viéramos en términos de un viaje, podríamos decir que es un viaje sin fin y un no viaje a la vez.
