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Las aguas de la nada


A veces, en el relato mitopoético, se compara la nada primigenia a un océano, pues hay algo de oceánica en ella, y algo ciertamente de acuático: la nada tiene un poco la densidad del agua, el cuerpo del agua, o así lo imagina la mente. A la vez el agua es un símbolo del origen.


El océano es una figura común como representación de la nada. Por supuesto que la nada excede cualquier forma o cualidad, pero en este caso la cualidad de lo acuático, lo líquido y lo oceánico nos sirven para representar la nada. 

 

Así pues, los antiguos egipcios hablaban del nun, el océano primordial de donde emergen el demiurgo Ra y la existencia. El nun es la no existencia. Es pura ilimitada oscuridad y caos primigenio. 

 

En el mito babilónico de Enuma Elish tanto la oscuridad como el agua representan este estado primordial de la nada, y de hecho el mito habla de agua salada y agua dulce. 

 

En el Popol Vuh se nos dice: “Solo estaba el mar en calma y el cielo en toda su extensión”. El cielo es lo sin forma del vacío pero el agua sirve para que sintamos el cuerpo del vacío. Esta idea de que el vacío tiene un cuerpo es muy extraña, y sin embargo posible. Por ejemplo en el budismo se habla del dharmakaya, el cuerpo sin forma de lo absoluto. 

 

Una cosa que tiene el océano es que es silencioso y quieto en sus profundidades, pero dinámico y ruidoso en su superficie, en donde las olas se forman. Lo que en la profundidad es silencio y quietud en la superficie es forma y vida. De esta manera hay una continuidad entre lo profundo y lo aparente. Por eso es que es el océano es una metáfora espiritual tan usada y amada en la India. 

 

La nada es como el agua, no solo en su hondura y densidad y opacidad, sino en el hecho de que el agua tiene algo de condición originaria: el agua es literalmente nuestro origen. En efecto, todas las formas vivas de esta tierra vienen del mar. La metáfora del océano nos retrotrae, a través de una parte de nuestra psique muy anciana, y posiblemente a través de una parte muy anciana de nuestro soma, a nuestro inceptum acuático.

 

De este modo el arquetipo del océano concilia el origen último con el biológico, el origen absoluto con el relativo. 

 

No solo venimos del agua como especie, venimos del agua como individuos. En efecto, antes de nacer vivíamos en líquido amniótico, en la panza de nuestra madre. La nada es la Madre, verdaderamente. 

 

El mito kogui de la creación lo expresa mejor: 

 

“Primero estaba el mar. Todo estaba oscuro. No había sol, ni luna, ni gente, ni animales, ni plantas. Sólo el mar estaba en todas partes. El mar era la madre. Ella era agua y agua por todas partes y ella era río, laguna, quebrada y mar y así ella estaba en todas partes. Así, primero sólo estaba La Madre.” 

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