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Aburrida, decadente y miserable plenitud


Hay que abordar el hecho de que aumentar la plenitud, pasado un umbral, no necesariamente va a traernos más satisfacción. A lo mejor nos va a traer tedio, decadencia y miseria. 

 

Es como uno esos ricos que luego del primer millón hacen otro y otro y otro, y ningún millón ulterior les da el high del primero. Ya tienen el jet, ya tienen la isla, ya tienen la modelo. Más jets, más islas, más modelos, no les va a rendir más satisfacción. Más bien, se convertirá en repetición y hastío.  La plenitud, cuando se vuelve excedente o atrofiada, secreta spleen. Nos volvemos como esos vampiros que, habiendo vivido siglos, están hasta la madre de la experiencia. Ya pueden tocar perfectamente a Bach y ya vieron demasiados atardeceres. Así pues, nos cansamos de la plenitud. Perdemos el gusto de la plenitud. Nos hartamos de la plenitud. Es el mismo exceso decadente de los aristócratas que no encuentran gusto en nada, porque su lengua ha probado demasiadas cosas. Ya no los conmueve los rayos–C brillando en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser, si quisiéramos ponerlo en lenguaje replicante.

 

Y empiezan a venirse a menos y a volverse decadentes. Acumulan grasa en el cuerpo, como los gordos de Wall–E, y toda esa grasa se vuelve problemática. Engordan y sus gordas venas grasientas se obturan, provocando episodios cardiacos desagradables y a veces la muerte. En este caso acumular plenitud no solo no incrementa la plenitud, la destruye y la lastima. Perdemos esa riqueza y fertilidad propia de la plenitud. Sea a un nivel individual o sistémico, es como si la plenitud empezara a fagocitarse a sí misma. La plenitud se revierte y se transforma en entropía y vacío, vacío del cual veníamos huyendo para empezar. Es totalmente regresivo. 

 

Lo cual requiere cuidados de toda índole. La excesiva plenitud trae responsabilidades y problemas innecesarios. Es muy costoso y excesivamente pesado. Pensemos en uno de esos castillos nobiliarios que se están resquebrajando, y que demandan imposibles mantenimientos. En este caso, mantener la plenitud nos quita la plenitud, mantener la paz nos quita la paz, mantener el gozo nos quita el gozo. 

 

La sola forma de que el exceso de plenitud no nos arroje regresivamente al vacío relativo es actualizando la plenitud del vacío trascendental. 

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