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La realización abierta


A la idea de una realización clausurada, en donde el viaje espiritual concluye o colapsa, oponemos la idea de una realización abierta, en donde no dejamos de viajar.

 

 

No solo eso: el viaje en sí se vuelve la meta. 

 

Viajamos hacia el viaje. 

 

Ocurre que la realización pasa a ser la nueva plataforma del viaje, la nueva base del viaje, su nuevo punto de partida.

 

Su punto de partida y su contexto. 

 

Dicho de otro modo, no estamos viajando hacia la realización sino dentro de la realización. 

 

Como ya no hay presión de llegar a ningún lado, el viaje se vuelve un viaje plácido. 

 

Se torna completamente lúdico y humorístico.

       

Aún habiendo oscuridad y sufrimiento en la forma, ese sufrimiento y esa oscuridad son estimulantes y dichosos.

 

La calamidad misma está imbuida de la cualidad del gran gozo, o mahasukkha. 

 

Lo mismo el esfuerzo.

 

Que por cierto no cesa, con la realización.

 

Si hay un descanso no es en el sentido de dejar de trabajar, sino en el sentido de que descansamos más bien en el trabajo, nos relajamos en el esfuerzo. 

 

La realización no es un término sino una irradiación infinita, una generosidad infinita, una entrega infinita. 

 

Es algo que se derrama continuamente hacia toda clase de posibilidades. 

 

Si antes el viaje era una manera de alcanzar la realización, ahora es una manera de expresarla. 

 

Es una expresión de lo que ya fue alcanzado. 

 

La realización continúa expandiéndose y expresándose de infinitas maneras, sin llegar jamás a su máxima expresión.      

 

O su máxima expresión es como ya dijimos una apertura sin fin. 

 

(Representada por el símbolo zen del enso: un círculo, sí, pero uno que nunca se cierra.)

 

Podríamos decir, si quisiéramos decirlo de otra manera, que el viaje o la continuidad pasa a ser un ornamento de la realización, como algo que nos embellece o enriquece, pero no nos modifica sustancialmente. 

 

Lo cual tampoco quiere decir que sea meramente accesorio o superficial.

 

Puede ser algo tremendamente significativo y bello, estético en el sentido más hondo de la palabra. 

 

Y también inagotable. 

 

Como la realización no tiene límites, es incesante. 

 

Por tanto nunca dejamos de explorarla.

 

Posee toda clase de dimensiones desconocidas, incluso para nosotros, que la detentamos. 

 

Y descubrirlas se vuelve una empresa fascinante. 

 

La profundización es constante. Una sonda sin fin. 

 

Una vez alcanzamos la madurez de la realización, esta sigue madurando indefinidamente. 

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